Albacete no es un polo de investigación, pero posee varios grupos, radicados sobre todo en el campus de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Sobreviven a duras penas, acosados por la precariedad laboral y la falta de fondos para llevar a cabo sus trabajos o que, simplemente, éstos -después de muchos años de esfuerzo- no se pierdan. Enrique Niza es uno de esos investigadores que todos los años retan a las adversidades y es un claro ejemplo de la mala situación que atraviesa la investigación en España, aunque no se pueda quejar. Dirige el departamento de I+D de Cereales Candelo, donde desarrolla nuevos productos fitosanitarios para la aplicación en la agricultura. También es profesor asociado de la Facultad de Farmacia, donde él mismo se doctoró, y ahora emprendió otra causa: el estudio de la demencia por cuerpos de Lewy (un trastorno del cerebro que puede ocasionar alteraciones en el pensamiento, el movimiento, la conducta y el estado de ánimo). Creó la asociación de esta enfermedad a nivel nacional que pretende visibilizar la dolencia e investigar para intentar encontrar una cura definitiva.
La conclusión que se puede sacar es que la investigación en España sobrevive gracias a la vocación de excelentes profesionales que no dudan en embarcarse en proyectos nuevos a pesar de no conocer muy bien su viabilidad en un futuro a medio o largo plazo, debido a la espada de Damocles que pende sobre sus cabezas y que supone la financiación de las investigaciones.
Mucho se ha debatido en los últimos años, incluso en el Congreso de los Diputados, sobre mejorar las condiciones de los investigadores en territorio nacional, pero poco o nada se avanzó. La consecuencia es que, ante esa inacción por parte de políticos y administraciones públicas, principalmente, el talento formado en las universidades españolas tiene que emigrar para buscarse la vida en otros países desarrollados, donde se aprovechan de ese talento. No es difícil encontrar a españoles, como el farmacéutico hellinero Juan Carlos Izpisúa, en el extranjero involucrados en el desarrollo de descubrimientos punteros a nivel mundial, pero aquí seguimos enfrascados en casos de corrupción más propios de repúblicas bananeras que de una de las naciones más antiguas del mundo.
La investigación nunca debe ser considerada un gasto, sino una inversión para el futuro. Sus resultados pueden ser muy beneficiosos y provechosos para la sociedad. Mientras esa mentalidad no cambie, el I+D de los investigadores españoles será aprovechado por potencias mundiales y, lo que es peor, después España estará en inferioridad competitiva y deberá pagar para acceder a esos avances científicos.