Volvemos a estar inmersos en un nuevo proceso electoral, aunque esta vez parece que se producen en la lejanía, en la distancia. El gran hándicap de la clase política en estas elecciones europeas no es el rival político que tienen enfrente, que también, sino la percepción de que Europa está a miles de kilómetros de la vida cotidiana de cada ciudadano, cuando en realidad no es así. Todo aquello que se aprueba o rechaza en Estrasburgo, en el Parlamento Europeo, al final tiene sus consecuencias, para bien o para mal -normalmente en la mayoría de las ocasiones-, para el ciudadano de a pie de Albacete. Por lo tanto, está en juego el futuro de la sociedad europea como tal y, por eso, es importante ir a votar. Ya no entro en elegir a uno u otro partido, pero sí hay que acudir a los colegios electorales el próximo 9 de junio, porque está en juego, por ejemplo, los presupuestos europeos para los próximos siete años, en los que está incluida la decisión sobre los fondos de la PAC, por poner un ejemplo, no menos importante para la economía provincial.
En clave nacional, es una reválida para Pedro Sánchez, que supo defenderse como gato panza arriba en anteriores citas con las urnas, en las que todas perdió, pero alcanzó el poder a pesar de todo y todos. Ahora se enfrenta a unas elecciones con una circunscripción única que será un barómetro real de la situación que atraviesa la política española. Eso sí, los resultados serán más cercanos a la realidad cuantos más ciudadanos depositen su papeleta. De lo contrario, la conclusión será la desafección de la población hacia las instituciones europeas... y no tengo tan claro lo que sucederá el próximo 9 de junio.