Y volvemos un año más a soportar los pitos sin sentido que sufren todas las tardes de rejones, los auxiliadores, que así se llaman los miembros de las cuadrillas en los festejos de rejones, pues como no ponen banderillas, que de eso se encarga el maestro caballista, no pueden llamarse banderilleros, pero como van de plata, pues de ellos nos ocupamos.
No entiendo muy bien a ese público que acude a estos festejos porque les gustan los caballos y en teoría el toreo a caballo, como se ensañan con los auxiliadores que forman las cuadrillas cuando, en el cambio de caballo, siguiendo siempre las ordenes de sus jefes de filas, salen a mover el toro o colocarlo en lugar idóneo para que el rejoneador lo tenga perfectamente colocado para así poder clavar el arpón de turno.
Cuando un toro está aquerenciado, como ayer ocurrió en el sexto de la tarde, hubo que moverlo entre caballo y caballo y el pobre torero de plata tuvo que aguantar carros y carretas, con una pitada fuerte, llamándole de todo, hasta que el jefe de filas asoma por la puerta de cuadrillas y pone orden, quedando como el bueno de la película, cundo la realidad es que antes de irse del ruedo les ha hecho las indicaciones necesarias indicándoles donde quiere el toro cuando asome al ruedo con la nueva montura.
Así sucede año tras año, en todos y cada uno de los festejos de rejones, por lo que aconsejo que los amantes de los caballos, sin que tengan idea del arte del toreo ecuestre, se vayan a las competiciones de saltos de obstáculos o carreras en cualquier hipódromo, donde además pueden apostar y ganar dinerito fresco y nos dejen en paz a los que vamos a ver como se templa la embestida de un toro sobre un caballo o como con la grupa pueden darse trincherazos de cartel, dejando al toro quieto para iniciar una surte.
Ayer, la labor de los auxiliadores fue extremadamente escueta pues hubo algunos toros en los que ni asomaron la nariz en el ruedo, solo atentos por si el jinete se encontrara en algún apuro especial, poder quitarle el toro de encima, lo que no fue necesario, porque precisamente los toros ayer, solo tuvieron dulzura, nobleza y temple, pero muy poquita fuerza.
Pocos apuros pasaron las monturas y sus jinetes, que pudieron desplegar su catálogo de «mira lo que hago» sin apenas riesgo y sin forzar a los animales no se fueran al suelo y costara levantar los muchos kilos de los pupilos de Los Espartales, a excepción de un auxiliador de Diego Ventura, que cuando se cayó el toro, con una sola mano y como si fuese de papel, lo levantó ipso-facto.
También podríamos destacar dos certeros puntillazos por parte del puntillero de Lea Vicens y de Andy Cartagena, suerte que en las corridas de rejones no solemos ver, pues con los rejonazos traseros que suelen recetar, caen sin puntilla los toros. Mañana volvemos al toreo a pie y habrá cosas que contar de los hombres de plata.