Aunque la demanda de ayuda por parte de las familias más necesitadas no ha bajado, el Banco de Alimentos de Albacete ha reducido su actividad. Según los cálculos de la entidad social, este año beneficiarán a alrededor de 6.000 personas frente a las 6.600 a las que apoyaron en 2023, y que tampoco llegarán a alcanzar los 856.000 kilos de productos básicos que repartieron en el ejercicio pasado ya que, hasta el 30 de septiembre, han distribuido 500.000. Para la fundación, detrás de estos descensos está la puesta en marcha por parte del Gobierno central de las tarjetas monedero, que se entregan a los hogares más vulnerables para que puedan hacer la compra en los supermercados concertados.
«Hay algunos de los beneficiarios que han elegido esa opción en vez de recibir los alimentos directamente a través de las entidades con las que trabajamos», explicó el presidente del Banco de Alimentos de Albacete, José Luis Morcillo. «Pero las tarjetas monedero solo llegan a las familias con hijos menores de 18 años y hay otros hogares que también necesitan ayuda aunque no cumplen los requisitos. Esa demanda la seguimos cubriendo nosotros», puntualizó.
El sistema de las tarjetas monedero, que se enmarca dentro del programa europeo de Asistencia Material Básica, ha venido a sustituir al anterior Fondo de Ayuda Europea a las Personas más Desfavorecidas (FEAD). Desde que se pusiera en marcha en abril esta nueva modalidad de asistencia, la Consejería de Bienestar Social ha concedido ya 480 ayudas de este tipo (que luego son gestionadas por Cruz Roja) a familias albacetenses, que engloban a 1.813 personas en la provincia.
«Dicen que lo han hecho para acabar con las llamadas colas del hambre pero yo creo que los alimentos se distribuían perfectamente y ahora la ayuda llega a menos gente. Pero ha sido una decisión a nivel nacional. Somos uno de los pocos países que ha elegido las tarjetas monedero. La mayoría siguen repartiendo los productos», reflexionó.
DEMANDA CUBIERTA
El año pasado, el Banco de Alimentos de Albacete recibió 152.000 kilos de productos a través del extinto plan europeo que ya no percibirá en este ejercicio. «Hemos visto que en otros bancos están teniendo problemas por esto pero en Albacete estamos cubriendo perfectamente la demanda que tenemos. La provincia es muy solidaria y siempre nos apoya. Cuando pedimos ayuda a empresas e instituciones, nos echan una mano», subrayó.
De esta manera, los kilos de alimentos que les daban antes desde Europa los están sustituyendo con las aportaciones que les hacen los donantes y con las grandes recogidas que celebran los Bancos de Alimentos anualmente, que son fundamentales para estas entidades, aunque recalcó que «no se debe bajar la guardia».
En el plano institucional, destacó la ayuda anual que reciben de la Diputación mientras que el Ayuntamiento de la capital les cede la nave, ubicada en la lonja municipal, en la que el Banco de Alimentos desarrolla su actividad, con el consiguiente ahorro económico que supone para la entidad tanto en alquiler como en los suministros de luz y agua. Y la factura de electricidad sería importante porque cuentan con dos cámaras, una frigorífica y otra de congelación, para mantener los alimentos porque, aunque recogen principalmente productos no perecederos, también les donan otros que sí lo son como carne de pollo, que les llega por parte de una empresa colaboradora, y fruta, en este último caso de la mano del Ministerio de Agricultura.
Para Morcillo, otro de los inconvenientes que entrañan las tarjetas monedero es que solo se pueden canjear en una firma concreta de supermercado que, en el caso de la provincia, solo se encuentra en la capital, lo que obliga a los beneficiarios a desplazarse hasta la ciudad para hacer la compra mientras que antes los productos les llegaban a sus localidades a través de las entidades con las que trabaja el Banco de Alimentos, que son 75 en la actualidad y a las que se les entregan los artículos una vez al mes para que repartan las cestas entre las familias.
Además, resaltó que con el dinero que recibían antes de donaciones adquirían alimentos al por mayor, lo que les permitía conseguir descuentos mientras que ahora los beneficiarios compran directamente en los supermercados, lo que renta menos: «Y más como están los precios ahora. El aceite de oliva está imposible. Ahora compramos de girasol y de orujo».