Desde que la Democracia volvió a España, sólo se ha creado un municipio en la provincia de Albacete: Pozo Cañada, segregado hace apenas 25 años de la capital. En Castilla-La Mancha, sólo se crearon otros tres, todos en Ciudad Real.
Estos tres son Ruidera, segregado en 1990 del territorio de Argamasilla de Alba; Arenales de San Gregorio, de Campo de Criptana y Llanos del Caudillo, de Manzanares. Por cierto, estos dos últimos casos tuvieron lugar el mismo año que Pozo Cañada, en 1999.
Según la Ley de Régimen Local, todo nuevo concejo debe tener un núcleo de población diferenciado y recursos suficientes para garantizar a los ciudadanos el mismo nivel de servicios básicos que tenían antes de la «independencia».
En 1999, el distrito rural de Pozo Cañada cumplía ambas condiciones pero, en 2013, el Gobierno de Rajoy introdujo una nueva, tener al menos 5.000 habitantes. Obviamente, con esta tercera norma, la segregación de Albacete habría sido del todo imposible.
De todos modos, el balance para Pozo Cañada, dos décadas y media después, es muy positivo. Por ejemplo, pertenece al selecto club de concejos que han ganado población, en lugar de perderla. Justo después de la segregación, tenía 2.664 vecinos; en la actualidad, cuenta con 2.703.
Otros indicadores estadísticos avalan esta evidencia: entre 2013 y 2019, la renta bruta per capita pasó de 16.946 euros a 19.659, lo que supone un incremento de un 16%. Desde 2013, la tasa de paro se redujo casi a la mitad, del 30,01% de entonces inicial al 15,76%.
Una situación clave. La base de estas cifras es una economía diversificada en una ubicación privilegiada. Pozo Cañada vive del campo, el transporte, el reciclaje y las energías renovables, y todo a 24 kilómetros de Albacete y entre autovías y ferrocarriles estratégicos.
Sin embargo, el camino hacia este brillante presente no ha estado exento de baches y dificultades. Además, el presente y el futuro de este no tan pequeño municipio, de casi 120 kilómetros cuadrados de superficie, incluyen una 'mochila' de retos que afrontar.
Nada más declararse la segregación, Pozo Cañada tuvo que desarrollar y potenciar sus propios servicios y normativas, desde los más pequeños a los más grandes, desde la designación de un nuevo Juez de Paz hasta la aprobación de su Plan General de Ordenación Urbana.
Este último ejemplo es muy significativo de las dificultades que tuvo que superar. Inicialmente, se mantuvieron las normas «heredadas» del PGOU de Albacete, aprobado justo antes de la segregación, pero esto era una solución provisional, inviable a largo plazo.
Pozo Cañada necesitaba con urgencia un nuevo PGOU para desarrollar su potencial, pero si éste es un documento muy complejo para cualquier ayuntamiento, no hace falta explicar lo que implica para uno recién nacido.
Tras varios intentos fallidos y muchas dificultades, el primer Plan estuvo listo en 2019, 20 años después de la independencia, pero incluso después de su aprobación, hay problemas que siguen sin resolverse de forma satisfactoria.
El más visible de todos ellos es Pozo Bueno. Se trata de un barrio entero que pertenece al núcleo principal de Pozo Cañada, aunque desde el punto de vista administrativo y legal es una pedanía de otro municipio, que es Chinchilla.
Los años convulsos. Otro problema que frenó el desarrollo de Pozo Cañada en sus primeros años de independencia fue la inestabilidad política, algo que parecía poco probable cuando se puso en marcha el proceso de segregación.
El acta que marcó el inicio de dicho proceso está firmada por personas de todas las ideologías y afinidades políticas. Además del entonces pedáneo, Pedro García, aparecen los nombres de Francisco García, Francisco Alzallú, Mercedes Gregorio y Luisa García.
Pero la armonía inicial sólo duro un mandato. En 2003, cuatro años después de la segregación y seis meses después de las municipales, el nuevo Ayuntamiento vivió su primera moción de censura.
En aquella ocasión, el socialista Pedro García perdió la vara de mando en un intenso Pleno que nombró al independiente José Núñez gracias al voto de un ex concejal del PSOE pasado al Grupo Mixto.
En las municipales de 2007, García se presentó de nuevo con las siglas del PSOE y ganó con autoridad, con mayoría absoluta. Cuatro años después, en 2011, volvió a ganar, pero un pacto entre el PP y los independientes le relegó a las filas de la oposición.
En 2015, el cabeza de lista del PSOE no fue él, sino Francisco García Alcaraz pero eso no le desanimó. Se presentó a las elecciones por ALPO (Alternativa Libre de Pozo Cañada) y sacó dos concejales que usó para pactar con el PSOE.
En 2019, el PSOEvolvió a recuperar la Alcaldía, de nuevo con Francisco García Alcaraz, quien renovó la confianza de los pozocañadienses en 2023 en una Corporación donde sólo quedan PSOE y PP.
Al fin la establidad. Pasada la época de las turbulencias, se puede decir que Pozo Cañada es un municipio consolidado que tiene los mismos retos y problemas que cualquier otro ayuntamiento de su tamaño.
El ejemplo más claro es el demográfico. Aunque la población aumentó entre 1999 y 20230, lo cierto es que el máximo se alcanzó en 2009, con casi 2.900 habitantes.
Otro fenómeno que aflora es el envejecimiento. Pozo Cañada aún es joven, pero la media de edad pasó de 42 a 43 años entre 2019 y 2023, a causa sobre todo del freno de su crecimiento vegetativo.
Por el momento, hay equilibrio entre generaciones. La proporción de personas menores de 18 años y la de mayores de 65 es casi idéntica, en torno al 20%.
Su parque de viviendas también es joven, pues casi el 30% de sus edificaciones se levantaron después de la segregación.
Además, mantiene una extraordinaria capacidad de atracción: según el INE, casi tres de cada cuatro vecinos son nacidos en otros municipios, regiones y hasta países.