Julio Mardelo presenta 'Aguadulce', su libro de poesía

Emilio Martínez
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Las lágrimas afloraron en el escritor, y también cocinero, y en sus padres, durante un brillante acto

Julio Mandelo (izquierda) y su hermano Javier Losán, durante el acto de presentación. - Foto: Emilio Martínez

Los mundos de la gastronomía y la lírica no parece que estén muy cercanos, no. Más bien al contrario, se les supone muy distantes. Pero, como toda regla, tiene sus excepciones. Y una de ellas la cumple Julio López -Mardelo de seudónimo literario-, que a su éxito como cocinero, sobre todo afamando en Madrid los productos típicos albacetenses, pretende ahora sumar igualmente el de la poesía. Porque este paisano, que también, compartiendo dedicación con la cocina, es actor y productor teatral, acaba de sacar su primer libro de versos, Aguadulce, publicado por la editorial Nazarí. Cuya  puesta de largo en la capital de España tuvo lugar la pasada semana sobre el escenario del Teatro del Colegio Salesianos. En la que, además de la brillantez y originalidad del acto, se desataron las emociones e incluso las lágrimas del de El Ballestero y otros de los asistentes, entre ellos su hermano el también intérprete y dramaturgo Javier López -Losán en los carteles-, los padres de ambos y algunos de los familiares y amigos del autor, varios desplazados desde El Ballestero, El Bonillo y otros pueblos y aldeas de la serranía de nuestra provincia.

El calificativo de original está justificado porque esta presentación se salió de los habituales moldes en este tipo de eventos, ya que el propio Mardelo confesó que quería que no fuese algo aburrido. Y para ello, además de contar con el gran sentido del humor de su hermano en funciones de presentador y del que hizo gala durante todo el acto, reunió a una serie de actrices y actores, entre ellos la letuaria Maite Jiménez, además del guitarrista Víctor Muñiz y la bailaora Felisa de la Cruz que le acompañaron y apoyaron mientras leían algunos de los versos que conforman el libro. Unos versos en los que su autor intenta plasmar, desde su propia creatividad, algunas de las vivencias comunes a todos los mortales, tocando multitud de asuntos en los que existe hueco para varios de sus raíces albacetenses con sus propios sabores, «que no están tan lejos de las experiencias en la gastronomía en general y en la cocina en particular», como dijo. Aunque fue su hermano el que ya lo había explicado brevemente poco antes, en el único momento en que no echó mano del humor, con una compulsiva intervención de gran belleza.

Y lo hizo repitiendo algunas de las expresiones del prólogo de Agridulce, que la editorial le encargó para desvelar muchas de las cualidades de este «rincón secreto de profunda fuerza interior de un poeta» como Julio. Añadiendo que, además, su hermano es un creador de mundos con palabras que danzan como luciérnagas en la penumbra de los sentimientos. En definitiva, como remachó, «Julio nos traslada a un océano de emociones, donde las palabras son olas que acarician nuestras almas, una ventana abierta a la esencia misma de quien lo escribió».

En su turno, el autor de Agridulce, tras haber dado las gracias a la editorial -«a la que mandé los versos que tenía escritos desde muchos años atrás sin la idea, en principio, de sacarlos a la luz», cual confesó-, explicó que se sorprendió con la casi inmediata respuesta positiva de Nazarí. También agradeció al público por su asistencia en una tarde de frío y lluvia, y anunciando que no quería extenderse más con sus palabras. Aunque sí que le parecía que la obra albergaba «una especie de desnudez» de sus pensamientos, «unos pedacitos a lo largo de mi vida», como dijo finalmente ya con lágrimas y a duras penas.

Porque ya le embargaba la presencia de sus padres, Ramona y Julio, situados en primera fila y que a pesar de su edad, y sin saberlo él, habían viajado desde Albacete capital, donde residen, desde que se jubilaron como panaderos en las dos localidades citadas líneas arriba y varias de otras aldeas de la zona. También su hermano Javier -que sigue haciendo doblete en el madrileño Teatro Muñoz Seca, con  su protagonismo en La cena de los idiotas y Que Dios nos pille confesados, donde todos los días se cuelga el cartel de no hay billetes- no pudo evitar que se le humedecieran los ojos ante sus progenitores. De los que, como Julio, coincidió en que, con sus consejos y sus propios ejemplos, les supieron mostrar la rectitud que hay que tener siempre en la vida: «Ellos son, por fortuna aún, un ejemplo vivo», presumieron los dos.

Literatura y gastronomía 

No faltaron, como el autor del libro ya había expresado en las entrevistas que le hicieron, los paralelismos entre gastronomía y literatura, aunque con la sencillez de su carácter albaceteño, dejó claro que en ambas cuestiones sólo se siente «aprendiz». Una relativa teórica similitud que se repitió en el coloquio posterior, llevado a cabo primero en la propia sala donde se desarrolló la presentación y después en la cercana taberna Casa Ramona que regentan Julio y Ramón, otro de sus hermanos. Y que constituye una auténtica embajada de la gastronomía albacetense que en el lustro que lleva funcionando ha servido de exitoso escaparate a nuestros productos típicos como atascaburras, gachas, migas, ajo de mataero, ajo atao, quesos y vinos -por supuesto, manchegos-.  

Y es que, como declaró a esta sección, en el cuarto de siglo largo que lleva residiendo en Madrid ha sido testigo de que la cocina albacetense se va conociendo y valorando más, a lo que es consciente de que él, por medio de su taberna, ha ayudado. «Pero no es suficiente ni mucho menos, pues falta mucho por recorrer en tal sentido. Tenemos que hacer más para saber vender lo nuestro, que no supimos hacerlo ante, lo que es un fallo enorme, aunque es verdad que vamos mejorando».

Porque, como relata siempre a la gente no nacida en nuestra región que se acerca por su taberna -no le gustaba lo de restaurante-, que cada día son más, no sólo la gastronomía manchega es sabrosa, «sino que es muy sana». Lo mismo que acontece con los vinos, «que es otra batalla que estaba perdida y vamos venciendo también». En definitiva que Julio, un personaje observador y analizador, muy vinculado a las artes escénicas, y ahora a la literatura -preparando un nuevo libro, en este caso de relatos infantiles- se ha dado cuenta de que a niveles artísticos lo que él llama como «revolución albaceteña» sí que ha estallado no sólo en Madrid sino en toda España: «Es una alegría ver como sí están de moda actores, humoristas, escritores y todo tipo de aristas. Su camino debe ser el ejemplo  seguir».