Hoy se celebra el Día del Seminario. En relación con el Jubileo, el lema de este año es Sembradores de esperanza. Esta jornada presenta la esperanza como «una virtud sorprendente», acompañada de ilusión y de la «sorpresa continua» de Dios. También resalta la Iglesia como «un pueblo que camina», uniendo a todos como peregrinos, desde Abraham hasta el presente.
Asimismo, destaca el papel del Señor, que camina hacia su pueblo. De ahí la importancia de quienes proclaman «en alta voz la esperanza inquebrantable». Otro concepto clave es el de sembradores, que hace referencia tanto a Cristo, el Sembrador por excelencia, como a sus ministros, quienes «lo representan sacramentalmente en la comunidad».
En Albacete, contamos con tres seminaristas que han recibido la llamada para ser esperanza en nuestro día a día. Vamos a conocerlos.
HERMELO OKUE NSUE ADA: «Respondo a su llamada de ser un siervo de mi prójimo»
Es natural de Guinea Ecuatorial y está en su quinto curso de Seminario.
¿Para quién yo soy?
Soy para mi Padre, que me crea por amor; soy para mi Redentor; soy para mi Santificador. Como parte del Cuerpo de Cristo, de la comunidad eclesial, quiero reflejar al Dios comunidad de tres personas. Soy para el Dios Uno y Trino, soy para la Iglesia.
¿Para qué ser cura?
Para continuar la encomienda del Señor a los apóstoles. Para responder a su llamada de ser un siervo de mi prójimo, haciendo mío el cáliz de la voluntad de Dios.
¿Cómo saber que soy para el Señor siendo sacerdote?
Aceptando el compromiso de dejar que sea Él quien actúe en mí, sabiendo que el sacerdocio es suyo y yo participo de él. Para esta misión, orar con la Iglesia todos los días y ofrecerme en la Eucaristía.
ALBERTO MARTÍNEZ LÓPEZ-PICAZO: «Soy de aquel que sufre, llora y se alegra conmigo»
Es natural de Albacete y está cursando su cuarto curso en el Seminario.
¿Para quién yo soy?
Yo soy para Aquel que me lo ha dado todo y me lo sigue dando cada día. Soy para la persona que vive y que camina cada día a mi lado, me guía, me ayuda y me conoce mejor que nadie. Soy de aquel que sufre, llora y se alegra conmigo. Soy de aquel que me espera para darme un abrazo eterno en el cielo, para el que confía en mí a pesar de mis debilidades. Yo soy de Cristo.
¿Para qué ser cura?
Para cumplir con la voluntad de Dios. Ser cura para llevar a cabo la misión que ha pensado para mí. Pero, sobre todo, ser cura para vivir una aventura a Su lado, cada día, cada instante, en una lucha continua por llevar a las almas hacia Él y llevar la esperanza de su Palabra a todos aquellos que han perdido la luz en sus vidas.
¿Cómo saber que soy para el Señor siendo sacerdote?
Principalmente, teniendo como máxima preocupación vivir en Cristo, lo que implica, en primer lugar, tener momentos de intimidad con Él cada día en la oración, celebrar los sacramentos sabiendo en nombre de quien lo hago y, en definitiva, hacer de cada día de tu ministerio una ofrenda total al Señor para el Reino de los Cielos.
PEDRO MARTÍNEZ MARTÍNEZ: «Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros»
Es de La Roda y cursa su segundo año en el Seminario.
¿Para quién soy yo?
Diría que esta es la pregunta más importante que podemos hacernos. La clave está es saber que fui creado por un Dios que me ama, y que soñó un plan para mi vida, para darme plenitud en función de mis dones. Cada detalle de mi vida fue pensado por él, y la finalidad de todo ello es mi felicidad, que pasa por saber que soy para Dios, dándome a los demás.
¿Para qué ser cura?
Jesús quiso estar al lado de cada persona de su tiempo, y también del nuestro. Quiso curarlos, amarlos tal como eran, perdonarles y reconciliarlos con Dios, y quedarse en la Eucaristía. Por todo ello, sigue llamando a jóvenes, como yo, a quienes pensó para esa misión: para llevar su mensaje de esperanza a todos.
¿Cómo saber que soy para el Señor siendo sacerdote?
Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros; para algunos, ser sus sacerdotes, y nos lo muestra si somos capaces de escucharle. Nos lo desvela en la oración, pero también en cada confesión, que es encuentro real con el Señor, y en cada Eucaristía, en la que se entrega por cada uno de nosotros, haciéndonos sentir que nos llama a estar muy unidos a Él. El Señor también nos habla a través de las experiencias, descubriendo, en la entrega por los demás, que estamos hechos para ser puente entre Dios y los hombres. Cuando eso se descubre, solo necesitamos confiar en el Señor, sabiendo que Él nos lleva más allá de lo que somos capaces de soñar.