Aquel histórico martes, 24 de octubre de 1944, se le rendía un cálido homenaje a don Jacinto Benavente en el salón Goya de Madrid (en nuestra ciudad, el autor de La Malquerida y La noche del sábado, cuenta con una calle que empieza en la Carretera de Barrax y termina en Capitán Cortés). La II Guerra Mundial, en la recta final, continuaba con tropas aliadas en los arrabales de Bois-le-Due y encarnizadas batallas en Luneville y Bruyeres y Boixcar, el excelente ilustrador hispano tomaba notas para su futura colección Hazañas bélicas, serie que brillaría con luz propia en la década siguiente. En el cine Capitol se representaba La tabernera del puerto, zarzuela en tres actos que no se perdieron Dolores Gil y sus hermanos, zarzueleros oficiales que conocían a fondo las romanzas de Guerrero y Chapí y cantidad de personas en las taquillas del Teatro Circo para ver a Claudette Colbert en Medianoche y a Gene Autry en Camino de México a la vez que contemplaban desde la cola los escaparates de los Almacenes Monserrat, ubicados en el Paseo de José Antonio 8, comentando que allí se compraban muebles, ropas y objetos en buen estado y se vendía a plazos, por cierto que varias chicas en edad de merecer hablaban de las novedades en lanería, sedería, confecciones y especialidades en equipo para novia y mantones de Manila que había en los Almacenes Lorenzo de Marqués de Molins a pocos metros de los Muebles Ferrero, enclavados en San Antonio, 7. Y si las Lápidas Beneyto, de Condes de Villaleal o Gaona 4, recibían a clientes tristes y apenados, tras la pérdida de sus seres más queridos, los chicos albaceteños vibraban frente al cartel de Pinocho, la maravillosa película de dibujos animados de Walt Disney que se estrenaría en breve… y sobre todo con la llegada a las papelerías y quioscos de El guerrero del antifaz, la obra maestra del genial dibujante Manuel Gago que arrancaba durante el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos.
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