Es un prestigiado y prestigioso profesional en el que convergen dos líneas fundamentales orientadas por el conocimiento exacto y preciso de la técnica y la expresividad del arte. Cuestión nada fácil en la que Antonio Peiró Amo (Albacete, 14 de junio de 1946) es un referente, un prototipo ameritado con logros incuestionables en su dilatada y consumada actividad relacionada siempre con la arquitectura. Esencial en su concepto arquitectónico, que trasciende totalmente hacia el servicio a la sociedad desde un nivel muy profesionalizado en los diferentes parámetros que componen el diseño constructivo. Por eso, nunca ha buscado un lucimiento personal en sus trabajos como arquitecto, sino que su creatividad tan precisa como ordenada ha estado al servicio de la finalidad conceptual de su obra, amplia y fecunda. En suma, un arquitecto de extraordinario talento.
Antonio subraya enseguida en la conversación principales referencias: sus padres, Agustín y Pilar, su abuelo Antonio, un personaje en Albacete, pintor, profesor y conocedor de tres idiomas y su tío, Juan Amo. «Mi padre sacó la cátedra de Instituto en Sevilla y allí nos marchamos. Mis primeros estudios fueron en el colegio hispalense de los Escolapios y luego en el Instituto San Isidoro. Tuve magníficos profesores, unos auténticos intelectuales, entre los que destaco a Gonzalo Calero, que era originario de Villarrobledo y un profesor de dibujo magnífico, Gustavo Gallardo. Comencé mi carrera universitaria en la Escuela de Arquitectura de Sevilla con el llamado selectivo común a todas las ciencias en 1964 realizando allí todos los cursos».
Terminó sus estudios en 1970 con veinticuatro años, debatiéndose en un dilema: hacer la mili o aceptar el ofrecimiento el catedrático de Urbanismo para dar clases como profesor encargado en quinto curso de Arquitectura. «Hice el servicio militar y al terminar fui profesor en la Escuela de Sevilla compatibilizando esta función con actividades profesionales en la capital hispalense en un despacho en el que trabajaban cuarenta y seis personas y en Albacete, donde abrí el estudio en 1974. Al conocer a Mari Paz, mi esposa decidimos vivir en Albacete, en la que había entonces doce arquitectos», recuerda Antonio Peiró.
Llegó entonces un volumen de trabajo muy importante a su estudio por la valía de este arquitecto y por la amplia trascendencia de algunos proyectos tanto en la capital como en la provincia, como el edificio Cónsul, la Rotonda por citar algunos. Se especializó en su despacho, que compartía con su hermano Agustín, en viviendas y edificación pública. De los edificios que se siente especialmente satisfecho por su complejidad y categoría arquitectónica son «la Rotonda, el Rex, la ampliación de la Diputación en la que se realizó la idea que yo propuse en el encargo que compartí con dos compañeros, la rehabilitación de la iglesia de la Asunción, que fue complejísima por múltiples razones y porque hubo que adaptarla a auditorio, del que por cierto todos los músicos dicen que es el recinto que tiene la mejor acústica de Albacete. También siento especial satisfacción por el proyecto de adaptación del chalet de Fontecha para la sede de la Cámara de Comercio y del edificio de Tesifonte Gallego, número cinco, al igual que la aportación que hicimos al Val General y también al edificio de la antigua Suiza al lado del Gran Hotel». Estas son algunas muestras indudables de la capacidad profesional de Antonio Peiro, autor de cientos de trabajos que han dejado el sello de su marca y categoría en el paisaje urbano de Albacete en donde se han integrado de forma excepcional.
Esa estela profesional la continúa su hija Gema, mientras que Rocío y Antonio se inclinan por otros derroteros. «Gema estuvo trabajando conmigo siete años, que han sido muy productivos, porque era una especie de inyección de nuevas estéticas y formas de concebir la composición», comentó el arquitecto albaceteño, que ahora orienta su creatividad hacia la pintura y la escultura como liberación creativa en paralelo a la arquitectura. Tiene seis cursos de piano aprobados, será en breve presidente del Rotary Club de Albacete, pero sobre todo su vida y su mundo han sido y son las de arquitecto, que entiende al estilo de Hans Scharoun cuando afirmó que como meta, la arquitectura debe proponernos la creación de relaciones nuevas entre el hombre, el espacio y la técnica. Antonio Peiró Amo lo ha logrado con extraordinaria brillantez en sus espacios y sus formas que son documentos sinceros de la vida tal como es vivida siempre.