Alejandro Duque habló de su poesía y los autores del 27

Antonio Díaz
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El autor de 'Un único corazón' intervino en la sexta edición del ciclo 'Poesía Viva' que se desarrolla en el Teatro Circo, coordinado por Arturo Tendero

Alejandro Duque Amusco, en la plaza del Altozano. - Foto: Arturo Tendero

El Teatro Circo acogió la sexta sesión del ciclo Poesía Viva que organiza Cultural Albacete, con el patrocinio de Popular Libros y coordinación de Arturo Tendero. El poeta invitado fue el sevillano afincado en Barcelona Alejandro Duque Amusco, profesor de Literatura Española en el instituto Luis Vives de la ciudad y uno de los mayores especialistas en la obra de Vicente Aleixandre, de quien preparó varias ediciones de su obra.

El autor de Un único corazón, editado por Pre-Textos, comentó a La Tribuna de Albacete que en uno de los poemas de ese libro, Años después, «evoco que vuelvo a Velintonia, como si fuera el primer día que me acerqué por allí, aunque tenía entonces 19 años y, claro, una Velintonia que ahora está casi abandonada ya sin el poeta, que era la verdadera alma de aquella casa. Todo eso lo evoco en este poema», uno de los elegidos para el recital de la sexta edición del ciclo.

Alejandro Duque cultiva el verso largo, pero también las formas orientales, breves, «algo que es muy cierto -advirtió-, aunque tanta poesía orientalista, ha llegado un momento, a mí por lo menos, que me ha producido cierto cansancio y ya la abandoné. Escribía tanto tankas como haikus y mi despedida de esto fue un golpe de suerte, porque unos amigos que tienen una editorial en Sabadell, muy ceca de Barcelona, donde yo vivo, me pidieron que reuniera este tipo de obra que tenía dispersos en un libro para que lo editasen. En fin, vi el cielo abierto entonces se prologó el libro Escritura de estío, con un prólogo en el que hablo de que la mentalidad del hombre occidental no puede ser, ni con mucho, parecida a la de un poeta  japonés o chino, de modo que yo me tomé ciertas libertades, porque las estructuras no son exactamente las de la poesía japonesa, aunque los propios japoneses, a los que les afectó el romanticismo y la libertad, en el XIX, también, en vez de tres versos hacían solo dos o titulaban el pequeño poema, una serie de cambios que me atraían e incorporé a mi propia poesía. Llegó un momento de cansancio y en último libro no hay ya ninguno», dijo.

Apuntó que «lo que hice después, andaluz como soy, porque procedo de  Sevilla, fue una especie de soleares, que dediqué a Manuel Machado, un poeta extraordinario, y casi diría  que a la altura de su hermano Antonio».

Las raíces. El autor sevillano, aunque no le gusta definirse y destaque que «uno no debería hablar de sí, porque se desconoce a sí mismo y no puedo leer mi poesía como lo hace un lector cualquiera, me resulta imposible, porque siempre se interpone la intención que tuvimos, pero bueno, me considero un discípulo del gran magisterio de los poetas del 27, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, en cierto modo también me siento muy cerca de la poesía de Lorca, pero luego ha habido otros poetas que me han interesado, de postguerra, Carlos Bousoño, Francisco Brines, sobre el que hice la tesina de licenciatura, y esas son mis raíces».

Los temas se su obras, destacaba, como comunes, en la mayoría de los poetas, «el amor, generalmente como fracaso, son más bien de desarmor y también cultivo mucho el poema elegiaco, a gente fallecida, que quise mucho, con los que sigo manteniendo una relación de cariño, de manera que escribí una Elegía a la muerte de mi madre, que leí, porque no acaba con un tono demasiado negro, hay esperanza en el poema; también hay otro poema a la muerte de mi padre, de un hermano, así como el poema de Aleixandre». Es Alejandro Duque un poeta que se toma su tiempo, como reconoció, ya que «el promedio de publicación suele ser siete u ocho años, porque escribo sólo en momentos de gran necesidad, cuando un poema me obsesiona. De modo que escribo por necesidad y eso supone, a lo mejor, que a lo largo del año escriba cuatro o cinco poemas y necesito, siete, ocho años para llegar a los 40 o algo más, que debe tener un libro».