Dice el blog de los cátaros que «El ser humano, sea hombre o mujer, es arquetípicamente un héroe. Y en él vive latente el anhelo de hacer hazañas, de cambiar el mundo venciendo el mal. Por eso hay una gran fuerza que se despierta en lo interior cuando vemos una injusticia, por ejemplo cuando presenciamos algún tipo de amenaza hacia alguien inocente. Pues interiormente sentimos que se violan los estatutos de Arta, el buen Universum, que están grabados en nuestra conciencia».
Y es que en estos tiempos, la palabra bondad ha cambiado su estereotipo y si cabe, su definición. Porque ahora, para ser bondadoso en el sentido íntimo de la palabra, debemos esforzar tanto nuestro ‘ego’ y radicalizar las posturas que no somos capaces de conseguirlo. Y lo digo porque el cinismo universal que invade este globalizado terráqueo, o la hipocresía absorbente que irradia en cada coloquio, sea familiar o social, es tan latente que no podemos ser bondadosos aunque nuestro corazón lo sea.
Pero me duele más, mucho más, cuando hay personas que sin razones expresas, o con creencia en su posesión de la verdad, estiman que el de al lado, sea contrario o no, está equivocado, ha cometido adulterio del contenido o no merece consideración por un presunto error, si es que así se puede llamar. Y esos mismos que nunca alaban ni reconocen ni perdonan, solo recelen, hurgan, tienen reconcome, sufren doble personalidad o están enfrentados a sí mismos porque la sociedad no los acepta en su normalidad, se dedican a ‘hacer daño’ sin menoscabo de su condición, a realizar propuestas de ‘egos’, porque no están donde quisieran, no se sienten respetados, tal vez, poco admirados y sí, repudiados con la indiferencia del resto.
Por eso amigos, es necesaria una revolución de la bondad, bien entendida como tal, sin darnos cuenta que ser ‘buenos’ es realmente más fácil de lo que pensamos, porque solo con intentar realizar tus tareas, sencillas o complejas, compartir tus habilidades o cualidades con los demás, ayudar siempre en esa generosidad compartida para crecer como seres humanos, evitar o perdonar errores si los hubiera, o simple y llanamente, ser tú mismo en humildad, todo se resuelve. Serás ‘más listo’ o serás ‘más inteligente’ o tal vez, la vida te ha facilitado unos ‘estudios y formación que otros no han tenido’ o te ha facilitado la tarea de disponer de medios para ti que otros no han podido, o ser fiel al concepto de normalidad cerebral y poder educarla, o tal vez, por ese mismo sentimiento de vida, no te da el derecho a dañar a nadie porque nadie lo merece, nadie, y ahí, en ese detalle está la necesaria revolución de la bondad.