Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Rural

27/06/2022

Dice el diccionario de la RAE que la palabra rural tiene muchos sinónimos que pueden identificarle: campestre, agrario, rústico, pastoril, agreste, campesino, bucólico, labriego y apacible.
Y que tal término significa 'de campo' o que muestra gustos o costumbres de esa vida del campo. Y a mí, el término 'rural', como que me hace sentirme bien al recordar nuestras infancias en ese hábitat agrario, rústico o pastoril, disfrutando de todo un sinfín de valores que nos permitieron a quienes, como yo, pudimos saborear ese significado. Creer en el respeto, la amistad, el esfuerzo, la convivencia, la solidaridad y la cercanía fue la clave de una formación educativa de aprendizaje hacia el valor de la vida en ese espacio, carente de adelantos y comodidades, pero abundante en el sencillo mundo de la humildad y el compromiso.
Ahora, en tiempos modernos donde la globalización y el consumismo han predeterminado caminos de futuro sin retorno, nos hemos dado cuenta del valor que 'lo rural' contiene entre su propio significado y el ejercicio de acción, e intentamos abusar del concepto de 'despoblación', sustantivo que confunde lo real con lo político, lo sentido con lo olvidado y nos lleva hacia derroteros complejos, incluso desvirtuados y carentes de objetivos claros.
Aún así, ver proyectos como la I Feria Rural de la Serranía que ha tenido lugar este pasado fin de semana en la bella localidad serrana de Tragacete, organizada por su propio Ayuntamiento y la ayuda de la Diputación Provincial donde diferentes puestos y Talleres pusieron en valor, oficios perdidos o casi olvidados (esquileo y corta de madera), teatro, actividades (tiro con arco), exposición, tradiciones (cucaña) y juegos populares, exhibiciones (trufas) y bailes, donde el folclore – Grupo folclórico Voces y Esparto- o la discomóvil, hicieron el deleite de todos cuántos allí nos congregamos en una jornada intensa y llena de sorpresas.
Sin duda, una iniciativa para alabar, por gestión, esfuerzo e ilusión, donde lo rural tuvo su sentido, entre el deseo de evocar recuerdos, la necesidad de plantear nuevos caminos y la condición de hacer ver que la despoblación como reto debe ser abordada con mecanismos realistas, con propuestas serias y generando sinergias donde la sostenibilidad sea real y no ficticia.
Nuestra región de Castilla La Mancha está llegando a unos índices impensables de despoblación y la conciencia ciudadana parece no querer darse cuenta del cambio estructural que ello conlleva, con la pérdida del patrimonio cultural, de tradiciones y dialectos, incluso ayudando con ello, a la generación de una mayor erosión por el abandono de cultivos y esa ausencia de la seña de identidad que tanto definieron a nuestras generaciones pasadas. Por eso, alabo y aplaudo la iniciativa del Ayuntamiento de Tragacete, de sus gentes y de sus grupos o empresas que arriesgan su trabajo para ser un ejemplo a seguir.