De vez en cuando, las noticias nos alegran el alma; a pesar de que como dice el refrán «nunca llueve a gusto de todos». Yo creo que defender a los animales, seamos animalistas o no, es razón de vida, siempre y cuando, esas especies no sean dañinas para la subsistencia y la evolución social del ser humano.
Hace muy poco, tras años de lucha por parte de decenas de ecologistas, la Comisión Estatal de Patrimonio Natural del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, lo que llamamos Miteco, ha incluido al lobo, en todas sus poblaciones estatales, dentro del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, según el Real Decreto 139, de año 2011.
Esto quiere decir que, técnicamente, el lobo dejará de estar considerado una especie cinegética, categoría que además compartió con animales como el lince y el oso y que iba a suponer su primer estadio de «conservación» de la especie. Hasta ese momento, el lobo o lo que se llama Canis Lupus signatus estaba considerado como una alimaña, por lo que estaba permitido matarlo de manera no controlada, mediante cualquier técnica y en cualquier época del año. Por mucho que Félix Rodríguez de la Fuente y su compañero de ahora, en responsabilidades de conservación, la caza del lobo ha sido brutal en todos los territorios españoles, hasta el punto de casi extinguirse la especie.
Sin embargo y tal como dijo la ministra Teresa Ribera en el Senado, «las cosas tal y como están ahora, no es bueno para nadie y menos para los ganaderos», en contestación a esas peticiones de los trescientos ganaderos firmantes: «tiene poco sentido mirar para otro lado e ignorar las dificultades de los ciudadanos», por eso las Comunidades serán quienes decidan si es o no una especie cinegética -y con ello facilitaba la queja que esos gobiernos manifestaban ante la nueva ley, entendiendo que por encima del Duero, la abundancia de este animal es abusiva.
El lobo ha vuelto y lo ha hecho con fuerza, bajando desde el Duero por esas tierras de la Guadalajara alta, adentrándose en las serranías de Castilla La Mancha, Madrid y en algún caso, Aragón, y el miedo ha cundido entre los ganaderos, ahora mucho menos numerosos, y se busca al ‘Lobero de Castejón’ como uno de aquellos que bien sabían adiestrar a este animal para que viviese sin atacar a los ganados. Y siguiendo en metáfora batiente, los tiempos que corren no son del todo buenos. Está bien, proteger a las especies en extinción, pero también hay que cazar a los depredadores sin compasión y de esos, resulta que abundan por encima del Ebro, por debajo del Duero y al lado de las corrientes marinas: ¡Qué viene el lobo¡, por arriba y por abajo, en las administraciones, dentro de los hemiciclos, al lado de las cloacas, y aunque tal como dijo Miguel Delibes «el lobo es su propio enemigo».