Ser voluntario es una labor noble, sin duda, pero es también el más amplio sentido de responsabilidad social. El voluntariado es el compromiso de una persona con su entorno, su sociedad, su medio ambiente; es el trabajo desinteresado que hace una persona en algún tema de su interés para ayudar a otros y no existe una sola forma de ser.
Es innegable la importancia que está adquiriendo el voluntariado. Este movimiento, también denominado Tercer Sector nace para cubrir aquellas necesidades que el Estado no logra satisfacer, como una forma de actuación complementaria, nunca como una forma de reemplazar las obligaciones del Estado con sus ciudadanos. Según Summa upsa, «este sector constituye la octava fuerza económica del mundo con una facturación de 1,1 billones de dólares y en el que trabajan de forma remunerada 18,8 millones de personas, y 10,4 millones más si se considera el trabajo de los voluntarios. En España tiene casi medio millón de asalariados, un millón de voluntarios, y mueve en torno a los 3,7 billones de pesetas, alrededor del 5,3% del PIB».
Y así es realmente. Tal vez, los momentos más difíciles o dramáticos que la sociedad está sufriendo reaviva o potencia, sin duda, el deseo de ayuda hacia los necesitados; así ha sucedido en tiempos de guerra, de catástrofes, de exilio forzoso o de pandemias, como es el caso que ahora nos atañe. Pero también es verdad, que el espíritu solidario del ser humano se reaviva con las dificultades y en eso, la mujer supera al hombre. Si analizamos el número de voluntarios que actualmente está imperando en las sociedades contemporáneas, la mujer supera con creces al hombre en las estadísticas, tanto en lugares de extrema dificultad como en lugares de mayor comodidad. Cualquier ONG tiene entre sus nóminas de voluntarios un porcentaje femenino que dobla al masculino.
De una u otra manera, la figura del voluntariado ha crecido y merece todos los respetos del mundo, por su altruismo, su vocación solidaria, su ansiedad por la ayuda, su satisfacción personal en un mundo de destrucción, muerte, hambre, guerra y enfermedad.
Y me ha venido al hilo hablar de este tema, sacar esta reflexión, al ver a las cinco chicas que este pasado sábado se encargaron de recibir los regalos, juguetes o alimentos del grupo solidario de Cuencleta a las nueve de la mañana en el parque de la Trinidad. Cruz Roja estuvo presente y su voluntariado es un ejemplo vivo a seguir y aplaudir. Dijo Galeano que «mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo», porque no hay nada más fuerte en el mundo que el corazón de un voluntario.