Me gustaría reflexionar sobre la Universidad en su concepto más amplio. Todo ha cambiado mucho desde aquella Universidad en tiempos de Restauración y República, cuando los profesores era intelectuales y, por tanto, verdaderos hombres de ciencia; los universitarios estudiaban en función de unas expectativas y de unos planes de estudios mejor adaptados a las necesidades socio-económicas del momento y cuando la sociedad valoraba muy mucho, el peso universitario en la sociedad.
Y es que, desde hace muchos años, nadie ha querido afrontar la reforma universitaria desde sus raíces, desde ese fondo de armario que tanto cuesta exponer, dejando de lado ese feudo en que se ha convertido, cuando la Universidad es de todos, pues todos pagamos para sostenerla y lo hacemos porque la necesitamos para crecer, para regenerar nuestra sociedad, para cambiar la mentalidad cuando está caduca.
Así de sencillo, porque la Universidad es una institución social, como tantas, como la Administración de Justicia o de Hacienda, o como el municipio, siendo propiedad del pueblo, de todos.
Y mi pregunta que no es más que la voz de muchos sería: ¿verdaderamente nuestra Universidad cumple su verdadero papel con dignidad?: Formar hombres y mujeres en su tarea de tales, formar profesionales en sentido estricto que presten un servicio competente en la división social del trabajo y enseñar a investigar. Y me asalta la duda.
Creo que es necesaria una reforma de Planes de Estudios, de Especialidades ajustadas a las necesidades reales del entramado socio-económico-profesional que esta sociedad moderna exige, y vemos que hay demasiadas Universidades, demasiadas carreras, demasiadas banalidades, demasiados errores sin solucionar...
Aún así, seguimos ‘estando’ y vemos qué lugar ocupamos en ese ranking europeo, mundial, sin detenernos en cómo mejorar, en qué modificar, en qué cambiar, porque es necesario, urgentemente necesario.
Y nos llegan reformas y eso que alguien dijo que apenas se notaba la mano de ese nuevo Ministerio de Universidades, que apenas se le oía en el cúmulo político del momento y sin embargo, ahí está con esas nuevas reformas que no pongo en duda que son muy necesarias, porque erradicar las temibles y grotescas ‘reclutadas’ a los nuevos alumnos o salvaguardar el plagio en las Tesis o trabajos de investigación es fundamental para limpiar la imagen; pero, amigos, queda mucho por hacer y por romper ese ‘feudo’ en el que apenas puede entrar un buen profesor desde el exterior o esos ejes fundamentales como aumentar la capacidad docente e investigativa tan necesaria, garantizar la carrera académica progresiva eliminando esa ‘precariedad existente’ o incrementar las garantías de objetividad en la evaluación académica. Y, me quedo con ese pulsómetro: ¿para cuándo esa movilidad del personal docente e investigador como un derecho?