Realmente, como tantos y tantos españoles, me encuentro metido en una clara confusión de significado. Por un lado, el gobierno ha lanzado su mensaje ante las medidas sanitarias para estas Navidades y aparece una palabra -aprobada por la Real Academia Española desde hace siglos- que tiene un significado elocuente, transversal, familiar, confuso y clarividente a la vez.
Eso es una propiedad más de nuestro idioma del castellano, el que ahora la Ley Celaá lo volatiniza. Un rico idioma que lo hablan miles de habitantes de este mundo desigual.
Y anda que no lo ha dejado claro nuestra vicepresidenta cuando se le preguntó y contestó, además con un gesto claro y contundente: «son las personas que están en nuestra vida». Yo creo que nadie debe entrar en confusión alguna con esa respuesta, yo por lo menos lo entiendo bien, y así procuraré cumplirlo, porque en mi vida hay mucha gente, no solo familia, amigos, amiguetes, compadres, compadretes, de barra, de footing, de almuerzo, de caza, de deporte, de juego de billar, de tapeo y....¡a ver, allegados son!
Miren este ejemplo y lo entenderán claramente: «al acto solo asistieron los familiares y los amigos más allegados; este caso le sucedió a una persona muy allegada a nosotros».
Por tanto, aligeren sus mecanismos, olviden sus miedos, dejen tranquilos a las fuerzas de seguridad, que menuda papeleta les han dado, y no se preocupen por estas Navidades que serán de campanadas, ójala me equivoque en eso, porque si no, podemos volver a una nueva ola de contagios imperdonable e inconsecuente. Vamos, apelemos al respeto y al sentido común, que creo que es lo único que nos puede quedar como ciudadanos de a pie. Así, podremos salir airosos, vamos digo yo.
Y como ese contrasentido en el que vivimos desde hace algún tiempo; me encantó y mucho el discurso de nuestra Presidente de la Cámara de los Diputados en el cuarenta y dos aniversario de la Constitución Española. La señora Maritxell Batet fue elegante en sus palabras, acertada en su mensaje, clara y contundente en sus deseos -los mismos que tenemos la mayor parte de los ciudadanos- y fiel a la Constitución, a esa Carta del Pueblo que está aprobada y que todos, pero todos señores, debemos acatar, aceptar y apoyar, mientras esté vigente.
La socialista Batet ha reclamado una lectura «integradora» de la Constitución y que no busque ningún político o partido político apropiarse de ella convirtiendo su texto en «bandera y patrimonio partidista», solicitando a todos, diálogo entre las fuerzas políticas y subrayando que la democracia y la Constitución «exigen aceptar al otro»; por eso ha advertido de las «consecuencias nefastas de considerar al adversario político un enemigo» -como ahora sucede- y de «negarle legitimidad» o asumir «un enfrentamiento constante e incondicional». Creo que ha metido el dedo en la llaga, ahora está en que los «culpables» de ese enfrentamiento constante, de esa dialéctica del ruido, de la confusión, de la desvergüenza, a la que estamos sometidos los electores cuando escuchamos a la Cámara y sus constantes «clamores», le hagan caso y se den por aludidos, pero mi excepticismo me hace dudar y no está bien. Me gustaría que no achaquemos a la pandemia la causa de todos los males, ya de por sí, un tremendo mal que hay que salvar porque la salud del ser humano es lo que más importa, pero también, la salud moral es necesaria, por eso, apelemos a la dignidad y al «buen mensaje». Maritxell lo ha hecho.