No hay duda de que la pandemia ha enfrentado diferentes modelos políticos para implantar medidas contra la Covid-19, generando tal controversia que el enfrentamiento entre comunidades y el propio gobierno es un hecho constante. Y no porque sean gobiernos de partidos diferentes, sino que el mismo partido en algunos gobiernos comunitarios también se ha enfrentado al gobierno central.
Ante esta situación, la pregunta de ¿Economía o Salud? está latente en nuestra sociedad y ello ha llevado a un desgaste tremendo del propio gobierno de coalición dirigido por PSOE-Podemos.
Aunque claro está, que a nivel político la economía debe primar, la situación social, aquella que define la convivencia, el bienestar y la calidad de una vida sana, provocan que la comunidad sanitaria critique esa gran falta de conciencia del propio gobierno al no adecuar los mecanismos para que la sanidad, clave en la vida, sea la que prime ante la economía como tal. Y en ello, ciudadanos y sanitarios se preguntan a menudo ¿poco le importa al gobierno el número de muertes que se están produciendo por permitir medidas menos restrictivas de las que la situación está exigiendo? y en eso, llevan toda la razón, o por lo menos, quienes vivimos con preocupación, miedo y necesidad, queremos que se afronten con decisión aspectos exigentes de restricción sanitaria que evite el aumento de contagios y de ingresos en UVIs.
Y si esa dualidad enfrentada o establecida para las decisiones gubernamentales no tiene una solución esperada, desde hace algún tiempo, ahora, todavía se ha agravado más, cuando la política se ha metido por medio en ese planteamiento, en Cataluña, y nos surgiría la pregunta de «poco importa la salud cuando las elecciones catalanas permiten que los contagiados puedan salir de su burbuja reservada a votar y pongan en peligro a los demás, no solo ciudadanos electores, sino ciudadanos responsables de las mesas electorales, cuyo riesgo es todavía mayor». Es inconcebible y eso lo permite y ejecuta el sistema político que nos define y que nos gobierna.
Y entonces llegaríamos a conclusiones como ésta: «Está claro que nos llena de pena ver las calles vacías. Los comercios, faltos de clientela, cierran las persianas preguntándose hasta cuándo podrán aguantar. Esta situación está acabando con los pequeños comercios y la mayor parte de los autónomos». Eso es una fuerte razón de peso. Pero otros, cuya conciencia es moral se reafirman en: «Claro que es una pena ver las calles vacías, pero no es mayor pena, ver cómo entierran a familiares sólos, abandonados, sin el último aliento de vida, sin el necesario entierro que tranquilice a familiares directos porque está muriendo más al no haber tomado medidas de mayor rigor. Eso, cuando no se entierra a alguien por error».
Por eso ahora, la dicotomía Economía o Salud, idéntico a la de la Bolsa o la Vida se está traduciendo en ni Economía ni Salud. Por un tubo sale la gente al paro y por otro tubo sale al hospital, y a veces los que van al paro son los mismos que van al hospital -en palabras de Juan José Millás-. Y ahora, se hace tricotomía con la política por medio, por eso el candidato Illa ha permitido flanquear la línea roja, esa de que no sólo es necesario quedarse en casa para evitar el contagio, para no agravar la situación, sino que hay que salir y volver a casa -con su contagio a cuestas-, pero después de votar en la mesa electoral de unas elecciones catalanas que debían haberse dejado para un momento saludable mucho mejor.
Por eso, quizás sea esta afirmación la que debiera cerrar el debate: «Tenemos que atajar la pandemia radicalmente. Si no hay salud, no ha economía y mucho menos, política de bienestar y progreso». Alguien me dijo al oído. ¡Sabes, Miguel, la ideología política impregna todas las decisiones humanas, incluyendo las científicas, por muy neutrales que se pretendan...!