Antiguamente, muchos emperadores fueron indulgentes con sus súbditos. Perdonaron sus yerros, concedieron dádivas de poder, provocaron perdones o solicitaron bulas para calmar malos hábitos, acciones detestables o imprudencias comprometidas.
La tolerancia abunda demasiado poco en nuestras sociedades. Y digo en 'nuestras', en plural, porque la sociedad oriental -siempre más rica en convencionalismos espirituales-por eso de asentar su peso moral en religiones como el budismo, taoísmo, confucionismo o hinduismo, es todavía más tolerante en la concesión de gracias, no sin que ello, les haga sentir el peso con mayor autoritarismo.
Por el otro lado, la sociedad occidental, en toda su heterogénea composición y compleja realidad, la intolerancia abunda y por tanto la indulgencia está más ausente todavía, tal vez porque siguen primando el orgullo, la soberbia, la hipocresía y el egoísmo; baluartes de las sociedades capitalistas en las que el poder, la política y el dinero priman ante todo.
Y llegan las Navidades, días donde el ser humano suele ser más receptivo, bondadoso, complaciente o solidario; nos sentimos bien porque fortalecemos el ideal de la familia, porque nuestro corazón parece ser mucho más indulgente que durante el resto del año.
Se acerca la Navidad y nuestro arbolito, interior y exterior, está lleno de regalos, deseos, sueños, buenos pensamientos, perdones y gracias.
Queremos sumar nuestra voz a los buenos deseos de la inmensa mayoría, al espíritu navideño y a la espiritualidad de todas las religiones o creencias políticas e ideológicas que cultivan la paz, el entendimiento, el respeto a la diversidad y la unión de los seres humanos con toda su riqueza.
La Navidad es por un lado una celebración religiosa, pero también es la época del año, en que dejamos un poco de lado las preocupaciones cotidianas, para reavivar el espíritu de solidaridad, de renacer en las buenas acciones, y hacer llegar a nuestros amigos, familiares y conocidos, nuestros mejores deseos. En definitiva, somos indulgentes, primero con nosotros mismos, y luego, con los demás. Deberíamos hacerlo extensible al resto del año, ¿verdad?