Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Concordia

05/07/2021

En estos últimos años, tengo una ligera confusión con el significado de ciertas palabras y su puesta en valor real, dentro del espectro social en el que estamos inmersos.
Sin duda la Real Academia de la Lengua está procurando servir a las nuevas tendencias filológicas y esa aplicación de términos procedentes de lenguas extranjeras, sobre todo el inglés, para adecuar los mecanismos de entendimiento y comunicación en los que la palabra como valor semántico debe de adecuarse, puede complicar un poquito las cosas.
Y me viene a la reflexión de esta semana, el término lingüístico de ‘Concordia’ por eso de haberse puesto un poco de moda, en la sociedad política del momento, gracias a nuestro gobierno de la nación, especialmente a nuestro presidente. Y nuestro diccionario dice así: acuerdo, conformidad y armonía entre las cosas y las personas.
Está clara su definición, o por lo menos para mí lo está. Porque como pacto o convenio sobre litigantes, en esa concordia entre enfrentamientos, conflictos, guerras, siempre es muy deseado y afortunadamente se ha llevado a la práctica en numerosos conflictos de nuestro turbulento pasado histórico. Sin embargo, cuando alguien nos lo transcribe como ‘ágape, paz, reconciliación, restauración’ ya nos complica un poco más en eso de adecuar sus mecanismos de comprensión, aún así, creo que coincidimos en significado y puesta en escena.
Sin embargo, si voy a los postulados que Aristóteles nos inculcó, sobre todo, cuando hemos estudiado Filosofía y recordamos aquel ‘Libro noveno de la Moral a Nicómaco’ ya entro en confusión como hombre de a pie. Porque recuerdo aquello que decía de que para que haya concordia no basta solamente que los dos posibles partidos piensen de la misma manera sobre un objeto dado, cualquiera que sea, sino que será preciso que tengan la misma opinión en las mismas circunstancias: por ejemplo, cuando el pueblo y las altas clases estén de acuerdo en dar el poder a los más eminentes ciudadanos porque entonces cada cual tiene precisamente lo que desea. La concordia comprendida así se convierte en cierta manera en una amistad civil porque comprende entonces los intereses y todas las necesidades de esa vida social, ¿o no?
Lo que está claro que esta concordia o la que ahora estamos planteando -en base a los últimos acontecimientos- supone siempre corazones sanos, esos que deben estar de acuerdo consigo mismos, recíprocamente entre sí, de las mismas cosas, y luego que verdaderamente lo sientan, lo cumplan y lo ejecuten, sin pisar leyes establecidas, ni instituciones de esa razón de estado que todos apoyamos y derechos y deberes establecidos, porque así será una Concordia como nos dice la Filosofía estudiada, aprendida y asumida. Por el momento, la palabra es bonita y el significado, mucho más. Esperaremos a ver qué pasa.