Desde el pasado viernes 10 de febrero, con la publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE), los planes hidrológicos del Júcar, el Segura y el Guadiana están plenamente vigentes.

Para Albacete, el más importante de los tres es el primero, por la población que abarca, por la superficie que afecta y por el enorme peso que tienen en la economía provincial las cerca de 100.000 hectáreas de regadío de la Mancha Oriental.

Este plan, como los otros dos, es fruto de un prolongado proceso de participación pública y de una durísima negociación entre todas las partes implicadas. Como sucede en toda negociación, ha habido avances, pero ninguno es gratis; se han pagado y se pagarán precios, peajes y condiciones. Todos ellos constan en el larguísimo Real Decreto 35/2023, de más de 1.800 páginas, que determinará la forma de usar y gestionar el agua hasta el año 2027 en toda España.

Para Albacete, el Plan Hidrológico de la Demarcación del Júcar (PHDJ) presenta varios frentes. Los tres más importantes son asegurar el suministro de agua potable a pequeños y grandes núcleos, como son Chinchilla de Montearagón o Albacete; garantizar la viabilidad «cuantitativa y cualitativa» del acuífero de la Mancha Oriental y al mismo tiempo mantener activo y bien engrasado uno de los principales motores económicos de la provincia, que son los regadíos que dependen de dicho acuífero.

Desde 1998, todos los planes hidrológicos han intentado lograr un  complicado equilibrio entre esas tres 'patas'. Pero en este tercer ciclo de planificación hidrológica, hay una 'pata' que predomina cada vez más sobre las otras dos, que es la medioambiental.

El Gobierno de la Nación lo reconocía con claridad el 24 de enero, minutos después de que el Consejo de Ministros aprobase los nuevos Planes Hidrológicos de Tercer Ciclo, entre ellos el del Júcar: «A diferencia de las planificaciones de primer y segundo ciclo -remarcaba- los nuevos planes definen caudales ecológicos para todas las masas de agua, determinando caudales mínimos y máximos, de forma que se aseguren la protección de las masas de agua, los ecosistemas y el territorio».

De esta forma, en el texto del Real Decreto 35/2023 se plantea lo que la Administración define como «un cambio de tendencia» en el uso de los recursos  hídricos para hacer frente a su progresiva disminución a causa del cambio climático.

Llevado al ámbito del acuífero de la Mancha Oriental, esto implica una reducción de las asignaciones para los distintos usos. El ejemplo más claro son los recursos subterráneos asignados al riego, que este año se quedan en 300 hectómetros cúbicos y que bajarán de ejercicio en ejercicio hasta quedarse en 275 en el año 2027.

En paralelo, se busca una diversificación de las fuentes de obtención de los recursos hídricos. Para la Mancha Oriental, eso se traduce en dos medidas, que son la culminación de la sustitución de bombeos y el creciente aprovechamiento de los recursos procedentes de la depuración.

En prinicipio, cuando se culmine la segunda fase de la sustitución de bombeos, por fin se podrá llegar a la cifra 'mágica' de los 80 hectómetros cúbicos de agua de aguas superficiales del Júcar que ya se contemplaban en 1998, en el primer Plan Hidrológico del Júcar.

Pero ahí es donde se encuentra la principal novedad del nuevo Plan. Dentro de la lista de reservas  que se establecen para alcanzar el «buen estado cuantitativo» de las masas de agua, se contemplan 20 hectómetros cúbicos para sustituir bombeos, que se sumarían a los 80  ya previstos.

Para aprovechar estos nuevos recursos, habrá que desarrollar una tercera fase que hasta ahora no estaba prevista ni mucho menos contemplada en ningún presupuesto. A estos 20 hectómetros, se sumarán dos hectómetros más procedentes de las EDAR de Tarazona de la Mancha, Motilla del Palancar, Madrigueas-Motilleja y Quintanar del Rey.

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