Decía David Steindl, «que no es la felicidad lo que nos hace agradecidos; es la gratitud lo que nos hace felices. Todos conocemos personas que tienen todo lo necesario como para ser felices, y sin embargo no lo son, simplemente porque no está agradecidos por lo que tienen. Por otro lado, todos conocemos también personas con que no son para nada afortunadas, y sin embargo irradian alegría, simplemente porque aun en medio de su miseria son agradecidos».
Y es que hay otra palabra que es la humildad, bonita sin duda pero muy poco ejercida, y que define a las personas sin que apenas ellas se puedan dar cuenta. Pero lo que todavía sería más bello es que el ser humano –olvidase su orgullo y vanidad- y supiera darse cuenta de que todo lo que compone su esencia como tal es objeto de «un agradecer constante» y ahí estaría ese don de la humildad y el reconocimiento, si supiera llevarlo a la práctica.
Yo, y perdonen que hable en primera persona, soy un hombre agradecido a la sociedad que me rodea; a las personas que la componen, a las instituciones, entidades, asociaciones o colectivos que dedican gran parte de su tiempo a enriquecer la cultura y el desarrollo intelectual. Y lo soy porque me lo demuestran con cierta complacencia y me siento especialmente bien –sobre todo frente a los envidiosos- porque aporto mi humilde experiencia y cualificación para extender en lo posible ese abono que provocan los términos de educación, cultura y aprendizaje; y porque, sencillamente, es en el conocimiento de nuestra historia donde podríamos encontrar los ejemplos de aprendizaje para mejorar nuestro entorno, nuestra sociedad generacional y nuestro 'saber estar'. Y es que, vivir para los demás, es especialmente gratificante para uno mismo, porque la palabra 'ayuda' dignifica al ser humano y cada uno puede ayudar con sus voluntades, cualidades o deseos. Nuestros pueblos necesitan constante ayuda, nuestra sociedad requiere voluntad de mejora progresiva, por eso, todos deberíamos coaligar nuestros esfuerzos para que nuestros mayores -que han luchado toda su vida para dejarnos la herencia social del bienestar- y las nuevas generaciones –inadaptadas por culpa de quienes regimos el espacio de vida- tengan una mejor sociedad, una mejor readaptación de esos valores que nos hicieron crecer y los jóvenes aprenden de los menos jóvenes cuál es el significado del respeto y la solidaridad.
Bueno, dejemos que la gratitud se derrame a nuestro alrededor –para los humildes y para los soberbios-; animémonos para ser amables, generosos, solidarios, respetuosos, sencillos, colaboradores; reconozcamos a quien se lo merece; alabemos la generosidad, la valentía y la autenticidad; desoigamos las malas lenguas que se atreven a 'hacer daño' solo por el hecho de hacerlo; y seamos siempre agradecidos, pero siempre, porque en todo lo que nos rodea hay alguien o algo que merece ese respeto y ese 'gracias'.