El Museo de Albacete acogió la presentación de Cuatro por cuatro, de Noelia Vicente Selfa, en un acto en el que la autora estuvo acompañada por Luz María del Olmo. La escritora, profesora de danza clásica y licenciada en Filología Hispánica, comentó a La Tribuna de Albacete las características de la obra.
¿Su segunda obra?
Así es, tengo un libro anterior de microrrelatos, que se llama EN..., que se publicó en 2015. Este también, Cuatro por cuatro, es un libro de relatos, más extensos, aunque me muevo en un género que sería inclasificable, porque mis relatos no son micro, los sobrepasan, pero siguen siendo breves.
¿Qué temas escoge?
Son muy variados, acaso la característica de la obra es la gran variedad que hay. No habría una línea común, pero sí un punto de unión, que sería el número cuatro, que también es una idea.
En cuanto a los temas los hay que se repiten a lo largo de estos relatos, como es el tango, la música y el baile, con varios en esta línea, que sería uno de los hilos vertebradores del libro, que se repite, y está el tema del tratamiento del tiempo, porque me ocupa mucho el paso del tiempo o la simultaneidad de acciones. También hay relatos más fantásticos, con objetos peculiares, fuera de lo común. El tema de la escritura y su proceso ocupa bastante, también la inspiración. Luego, es muy importante el tema de la imagen que tiene uno mismo o la fotografía, verse retratado.
¿Cuatro por cuatro es el título de uno de ellos?
El título siempre causa polémica porque se pueden buscar explicaciones lógicas, pero la explicación es divertida pero tiene un fondo bastante profundo. Todos los relatos están organizados en grupos de cuatro; el cuatro es el número que vertebra el libro y además de eso, en Cuatro por cuatro lo que hago es alusión a un todoterreno, que ya no se llama así, es una denominación un tanto antigua. Es un vehículo de aventuras, como nuestra vida, momentos muy apacibles que vamos por carreteras maravillosas y tenemos momentos en los que la vida nos sacude; alude al recorrido que es la vida. La imagen, a simple vista, puede parecer sencilla, pero el trasfondo es bastante serio.
¿Cuánto tiempo le llevó este proyecto?
Fue un libro anterior a la pandemia y con un contrato que firmé una semana antes de que se cerrara todo. Escribí los primeros relatos hace unos dos años y medio y lo deje reposar, hasta que lo retomé y en verano lo escribí prácticamente todo. El resto del tiempo ha sido más bien revisión estilística, ya que los relatos, al ser breves, requieren un trabajo específico, más lingüístico, porque el libro no es complejo a la hora de la expresión, pero sí que está bastante trabajada la manera de decir para hacer uso de algunos elementos retóricos que me permiten no repetir ni saturar. Por circunstancias de la vida, sí lo dejé un tiempo y durante el confinamiento, lo que estuve haciendo es una revisión estilística, ya que el libro se había quedado parado.
Como todo se va abriendo un poquito, decidí sacarlo.
¿Le apetecía presentarlo también en Albacete?
Mucho, tengo muchos amigos aquí, donde he estado ocho años trabajando. Me apetecía mucho volver, reencontrarme con la ciudad y con la gente, porque me sentí muy bien acogida.
¿Qué planes tiene?
Tengo otro libro escrito, Zona de grises, que estoy revisando, también de relatos, pero bastante más largos, un libro más extenso que requiere paciencia y trabajo.