Sin duda, la lotería de Navidad de cada año arrastra una poderosa incertidumbre y un deseo por sentir su música -en algunos casos, celestial- y en otros –bananera-, sin olvidar las vivencias que desde ese momento se generarán en todos y cada uno de los miles y miles de españoles –naturales y residentes- a partir de su resultado.
No hay duda, que la palabra que más se escucha, una vez realizado el sorteo ese 22 de diciembre en el bello Teatro Real, será el vocablo 'salud' por cuanto es el acertado balance a lo que justifica la poca suerte en dicho sorteo.
Y dicho esto, no tenemos más remedio que expresar el inusitado sentir de todos los que han podido participar, con mayor o menor 'empaque lotero', una vez conocido el resultado en las melódicas voces de esos niños del Colegio de San Ildefonso.
Veamos pues el escalafón: Dicha ya la palabra que más se escuchará, podríamos colocar en progresiva alternancia esas de «… por dos números, no me ha tocado»; «al menos Hacienda no se lleva nada»; «vi el número y no lo cogí»; «desafortunado en el juego, afortunado en el amor»; «si es que suelo jugar poco»; «seguro que el Niño toca»; «cariño, tu lotería soy yo»; «tampoco es tanto dinero, porque luego se lo lleva Hacienda…»; «el año que viene, no compro ni una papeleta»; y luego estaría esa de buen corazón que demuestra la honestidad y bonhomía del ser humano: «por lo menos, no le ha tocado a ese…».
Y la verdad es que nuestro idioma o lengua vernácula es poderosa en refranero, y para el tema de la fortuna o del dinero, cierto es que la riqueza de nuestro vocabulario es alta. Así podríamos añadir esos tres refranes que sintetizarían los buenos deseos: La fortuna es madrina de los necios; la fortuna no cambia a los hombres, solamente les quita la máscara y el último cuando expresa que la suerte nunca da, presta.
La lotería sigue siendo una ilusión compartida por la mayor parte de la sociedad y en ello se basa, el deseo de vivir; en algún caso, compartir y en la mayor parte, desear; porque deseando siempre tendremos la ilusión de poder seguir camino, un camino que define la sensación de que somos parte de un mundo lleno de idealismo y realidad.
Es bonito alegrarse de los afortunados y poco honesto, alegrarte de los desafortunados.