La gallega Ana Vallés, directora, coreógrafa y actriz, con su espectáculo 'Animales artificiales' hace una defensa a ultranza de lo artificial frente a lo natural, en ese deseo de reflexionar sobre esta última moda que se ha impuesto en la sociedad del momento.
Intenta demostrar que no todo lo natural es bueno. Ni tampoco todo lo artificial tiene por qué ser malo. «Sin nuestras cualidades artificiales -apunta Vellas- no existiría la belleza, ni la moral ni el arte». De hecho, Vallés afirma que no le interesan los personajes de ficción y por eso mismo se fija mucho en la forma de ser de los actores para crear sus obras, de manera que todo lo que se desarrolle sobre el escenario sea muy real.
Por esa razón, es digno de alabar la lucha de esta actriz por mantener ese espíritu y demostrar el valor de lo artificial dentro de un excesivo tratamiento de lo natural en cada faceta socio-cultural-económica de nuestra vida actual.
Supongo que todos os habéis dado cuenta de ello. Los productos que comemos, potencian la palabra natural en sus prospectos. Se vende más. Yogures naturales, pan natural, agua natural, zumos naturales, lentejas naturales, pastas naturales, etc. Y es que está claro que los alimentos naturales deberían de tener todo lo contrario a los procesados y sin embargo, no lo tienen. Dice la Real Academia de la Lengua Española (RAE) en su diccionario que natural es aquello que «está hecho con verdad, sin artificio, mezcla ni composición alguna», «que se produce por las fuerzas de la naturaleza». Sin embargo, la palabra 'natural' puede leerse en muchos de los productos que pueblan las estanterías de los supermercados. Después de leer el diccionario de la RAE parece complicado que los artículos de estos establecimientos se ajusten a su definición. Por ejemplo, algunos panes de molde, el queso crema, algunos patés, algunos embutidos y los sobaos. Estos cinco, se venden como naturales en todo su contenido y sin embargo, muchos no lo son porque vendidos como saludables, siguen utilizando grasas saturadas, crema de patata o tapioca, carnes procesadas, estabilizantes y conservadores, etc.
Por otro lado, potenciamos los recursos naturales, tanto los renovables como lo son renovables, pero también pensamos que le estamos dando mayor valor a los que proceden directamente de la naturaleza y luego utilizamos abundantemente los que son transformados. Ya no se utiliza la madera para muebles, puertas, parquets, etc., porque son productos totalmente transformados y sin embargo, intentan vendérnoslo como natural; la industria textil te especifica en sus etiquetas, prendas de vestir de lana natural y la mayor parte es acrílico; las pieles curtidas de ovejas o cabras, utilizadas en tiempos para necesidades de utilidad común, ahora son artificiales –algo que para los amantes del mundo animal es siempre apetecible-.
Por eso, hay una moda en la que lo artificial no se lleva y, sin embargo, es lo que abunda y se vende. Es decir, 'no se lleva' en la publicidad engañosa en la que estamos inmersos porque pretenden hacernos creer que todo es 'natural' y con ello 'saludable', más puro, más calidad, mejor producto, más sano, más auténtico, y sin embargo, es químico, adulterado, procesado e insano, en gran parte de su producción.
No es que yo quiera destrozar y desgastar la naturaleza, no por Dios, sino exigir que lo que se nos venda, se nos ofrezca o se nos habilite, sea tratado con la verdad por delante, necesaria para entenderlo, elegirlo, aceptarlo y mejorarlo. Lo natural, adecuadamente tratado, es lo más positivo para la salud del ser humano.