Llamar Mays a las personas de más de 55 años no tiene ningún aspecto peyorativo, sino un calificativo sin más, que debería provocar preocupación y dolor, más que simpatía por el apócope del mismo. Y lo he calificado así, sin más, porque me siento triste al ver cómo España sigue estando a la cabeza de estadísticas poco felices y esta es una de ellas: somos el primer país de Europa donde los españoles de más de 55 años carecen de la posibilidad de acceder a un trabajo. Preocupante no, lo siguiente, como dirían algunos de mis sobrinos. Aquellas personas que las circunstancias de vida, incluso la pandemia y sus consecuencias, o las crisis energéticas, han colocado 'en la calle' después de haber trabajado diez, quince o veinte años, ya no tienen esperanza de encontrar un nuevo empleo donde poder cumplir el tiempo adecuado de cotización o donde sentirse personas normales, cuando esa situación de normalidad lo único que exige es familia, un trabajo digno y salud.
Y así vemos el futuro. Situación difícil, si cabe dramática, pero no solo esa dificultad es añadida por eso de haber llegado a esa edad, sino porque es la edad que tienen muchos matrimonios cuyos hijos están «desgraciadamente» viviendo a su costa o en su hogar por carecer también del puesto de trabajo una vez acabados sus estudios, universitarios o profesionales. ¿Cómo se puede vivir así?, me pregunto yo.
Y clara está la estadística porque nos dice que un 43 por ciento de los españoles, hombres y mujeres, de más de 55 años, no encuentran trabajo y un 58% piensa que no trabajarán nunca.
Y queréis saber la excusa que pone esos responsables de recursos humanos para no contratar a un May, o sea a un mayor de 55 años. Mirad: 'que sus conocimientos estarán obsoletos'; 'que tendrán una menor flexibilidad'; 'que no encajará en una plantilla mayoritariamente joven' o 'que se acogerán a un mayor absentismo laborar por ser mayores y tener más problemas de salud'. ¿Qué os parece?, a que sí, a que España es diferente como dicen los de aquí y los de allá. Claro que sí. Pues como diría mi amigo Segovia, ¡aprétensen los machos!