Salir por la noche, en verano, con buen tiempo y, además, ver las estrellas. ¿Qué más se puede pedir? Ese es el plan que proponen las distintas asociaciones astronómicas para estas próximas jornadas: contemplar las Perseidas. Además, para su observación no se necesita ningún tipo de instrumental, tan solo alejarse de la ciudad y tumbarse boca arriba entre las 21,00 y la 01,00 horas de la madrugada, momento de su máxima actividad.
Las Perseidas, también conocidas con el nombre popular de Lágrimas de San Lorenzo por la proximidad de este fenómeno al 10 de agosto, día de la festividad del mártir español del mismo nombre, viven su máximo esplendor la noche del 12 al 13 de agosto.
Este 2021 será un año «excelente» para contemplar esta lluvia de meteoritos, pues sucederá pocos días después de la luna nueva del 8 de agosto, según informa el Observatorio Astronómico Nacional (OAN).
Este fenómeno es visible desde todo el Hemisferio Norte en pleno verano. Las velocidades de estos meteoros pueden superar los 50 kilómetros por segundo y su tasa de actividad puede alcanzar a los 200 meteoros por hora.
Según destaca el OAN, su alta actividad, junto con las condiciones atmosféricas favorables para la observación durante el verano boreal, hace de las Perseidas la lluvia de meteoros más popular, y la más fácilmente observable, de las que tienen lugar a lo largo del año.
Pero, ¿por qué suceden? Los cometas, según describen sus órbitas alrededor del Sol, van arrojando al espacio un reguero de gases, polvo y escombros (materiales rocosos) que permanece en una órbita muy similar a la del cometa progenitor.
Cada cometa va formando así un anillo en el que se encuentran distribuidos numerosos fragmentos de ellos mismos. Cuando la Tierra, en su movimiento en torno al Sol, encuentra uno de estos anillos, algunos de los pedazos rocosos (meteoroides) son atrapados por su campo gravitatorio y caen a gran velocidad a través de la atmósfera formando una lluvia.
La fricción con los gases atmosféricos calcinan y vaporizan los meteoros, que aparecen brillantes durante una fracción de segundo formando lo que popularmente se conoce como estrellas fugaces. No se trata de una estrella sino de una partícula de polvo incandescente.
La altura a la que un meteoro se hace brillante depende de la velocidad de penetración en la atmósfera, pero suele estar en torno a los 100 kilómetros. Sin embargo, el alto brillo y la gran velocidad transversal de algunos de ellos ocasionan un efecto espectacular, causando la ilusión en el observador de que están próximos. Los meteoroides de masa menor al kilogramo se calcinan completamente en la atmósfera, pero los mayores y más densos (de consistencia rocosa o metálica), forman meteoritos: restos calcinados que caen sobre el suelo.
Cada año a principios de agosto, la Tierra cruza la órbita del cometa 109P/Swift-Tuttle, que tiene un período de 133 años y que pasó cerca del Sol por última vez en 1992. Esta trayectoria está llena de partículas pequeñas, como granos de arena, que han sido liberadas por el cometa en sus pasos anteriores. Cuando uno de estos materiales, que formaron en su día la cola del mismo, entra en la atmósfera terrestre a gran velocidad, la fricción la calienta hasta vaporizarla a gran altura.
¿Dónde verlo mejor?
El lugar de contemplación puede ser cualquiera con tal de que proporcione un cielo oscuro. Es preferible observar desde un punto que tenga pocos obstáculos para la vista, y no utilizar instrumentos ópticos que limiten el campo de visión.
Aunque las Perseidas parecen venir de la constelación de Perseo, se pueden ver en cualquier parte del firmamento. Conviene dirigir la mirada hacia las zonas más oscuras, en la dirección opuesta a la Luna. Lo más cómodo es tumbarse y esperar a que la vista se acostumbre a la falta de luz.
El número de meteoros observables por hora es muy variable, dependiendo de la densidad de los fragmentos en la estela del cometa, por lo que es difícil de predecir un número aproximado.