«'Albacete, el Nueva York de La Mancha', no es de Azorín»

Antonio Díaz
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El salón de actos de la Diputación Provincial acogió una nueva conferencia del ciclo de Aluex. Javier López-Galiacho Perona habló sobre Azorín y Albacete, siempre.

Javier López-Galiacho Perona. - Foto: Rubén Serrallé

El salón de actos de la Diputación Provincial acogió una nueva conferencia del ciclo de Aluex. Javier López-Galiacho Perona habló sobre Azorín y Albacete, siempre. El presidente de Amithe y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores comentó a La Tribuna de Albacete distintos aspectos de su intervención sobre José Martínez Ruiz, Azorín.

¿Por qué una conferencia sobre Azorín?

Como siempre digo, Azorín ha sido el escritor internacional que más nos ha querido, no ha habido otro con ese amor por la ciudad y la provincia como él. 

¿Por qué?

Creo que por la cercanía de Monóvar, su lugar de nacimiento, que tira más a Castilla-La Mancha que al mar. Como él decía, en Monóvar acaba La Mancha. Luego, tuvimos la suerte que tuvo una relación muy estrecha con el escritor José S. Serna y se entabló una relación epistolar. Además, tenía un conocimiento enciclopédico de toda la provincia y estudió la batalla de Almansa, a Melchor de Macanz, Miguel Sabuco y Oliva Sabuco. Tenía, igualmente, una relación muy estrecha con el médico de Alatoz, el doctor Pou y, entre sus últimos recuerdos está una caminata que hicieron de Alatoz a Carcelén, como dijo, en el crepúsculo, con el cielo cárdeno, una de sus últimas frases. En el año 1954 le legó una foto dedicada a José S. Serna,  con el lema Albacete, siempre, que aparece esculpido en la estatua del parque.  

¿Una de sus frases?

Sí, la que le envió, con una fotografía a José S. Serna. Pasó mucho por la ciudad y se le atribuye la leyenda de Albacete, el Nueva York de La Mancha, no es de Azorín, es una frase de José S. Serna, porque muerto Azorín, en el año 1972, con el Ayuntamiento de Albacete, hizo una recopilación de todos los artículos que Azorín dedicó a Albacete y hacía una entradilla en cada uno. En uno de ellos, pone José Serna, como introito, Albacete, Nueva York de La Mancha, pero Azorín, realmente, lo único que nos hace es compararnos con Nueva York, pero el gentilicio, de La Mancha, es de José S. Serna.  

¿En qué contexto aparece esa comparación?

Él, en una obra que se llama Superrealismo, de 1929, dedica un capítulo a su paso nocturno con el tren por Albacete, pues queda impresionado  con las tres fábricas de harinas que había, iluminadas, y dice en un momento, maquinismo; modernidad de Albacete. Derroche de luz eléctrica en Albacete. En la noche,  un enorme halo resplandeciente sobre la ciudad. Nueva  York;todo a máquina; todo con máquina. Dice Nueva York, pero no Nueva York de La Mancha. Eso se debe a José S. Serna, que introduce en el   capítulo del libro Albacete, siempre, un introito que se llama Nueva York de La Mancha. Es verdad que Azorín dice en ese libro que le había evocado a Nueva York. 

¿Fue una relación correspondida por Albacete?

Hablaba de La bien amada Albacete, pocas provincias tan atractivas y tan poco conocidas. Creo que sí fue una relación correspondida, por aquellos hombres de los años 70, porque en vida del escritor, el 11 de septiembre de 1965, en recuerdo permanente de Azorín y en agradecimiento, la ciudad de Albacete, el Ayuntamiento, el alcalde Gonzalo Botija, empujado por una comisión con José Serna, Matías Gotor, Ramón Bello Bañón y José Sánchez de la Rosa, levantan un busto con columna a Azorín, uno de los pocos que hay en el mundo, que estaba colocado en la fuente grande, junto al parque infantil. En la reforma que se hizo a principios del siglo XXI, la estatua va al depósito municipal y es el cronista Sánchez de la Rosa el que reivindica que vuelva y finalmente se coloca en la rotonda donde está ahora, para mí, abandonada. Además en el año 1998, con motivo del centenario de la Generación del 98, cuyo inspirador fue Azorín, en septiembre, le pusimos una placa en la puerta grande de la plaza de toros que, con la de  Hemingway en Pamplona, son las dos únicas placas que existen en plazas del mundo a un literato, como reconocimiento al escritor de la Generación del 98 con más vocación taurina.