Tiriez, pedanía de Lezuza, tiene uno de los museos etnográficos, también conocido como ecomuseo, más veteranos y, al mismo tiempo, más nuevos de Castilla-La Mancha. Veterano, porque acaba de cumplir 30 años; y nuevo, porque está en construcción permanente desde el día que abrió.
Ayer, los casi 700 vecinos de la localidad se congregaron en torno al edificio de las antiguas escuelas donde el que entonces era el maestro, Juan Peralta, y sus alumnos, empezaron a dar forma a la idea de un museo del pueblo.
Ese museo, con el tiempo, se fue expandiendo, a medida que los habitantes de la zona aportaban muebles, aperos, enseres, objetos de uso cotidiano, fotografías de ellos y de sus familias, hasta crear un pequeño complejo museístico que reconstruye cómo era la vida de los habitantes de Tiriez hace más de medio siglo, o más atrás.
«Este museo es de los propios vecinos -explicaba Amador Jiménez, alcalde pedáneo- porque lo creó el maestro con chavales que hoy tienen 40 años, porque todos sus fondos vienen de las propias familias y porque sus instalaciones han crecido con el propio pueblo, es parte de todos nosotros».
Mientras el pedáneo mostraba su orgullo por el edificio y su contenido, en torno al mismo, se habían dispuesto, como sucede con muchos otros museos del mundo, puestos de merchandising, pero de un tipo muy especial, auténtica y genuinamente manchego.
Así, en los puestos se podían ver productos hechos de esparto, prendas confeccionadas con los patrones que usaban nuestros abuelos y bisabuelos, aperos de todos los tipos o alimentos típicos de la zona, elaborados todos ellos de forma artesanal.
«El mayor mérito del museo es que todo lo que contiene y representa sigue vivo y presente para todos los vecinos de todas las edades -señalaba Almudena Bejarano, una de las responsables del mismo- y las pruebas están aquí mismo, en esta jornada de puertas abiertas hay tres, incluso cuatro, generaciones del pueblo».
juegos populares. No muy lejos de la entrada principal del Museo, en un rincón, un grupo de vecinos, mozos y veteranos, mataban el rato con un deporte tradicional: el lanzamiento de garrota.
En un ambiente cordial, algunos de los lanzadores lograban marcas dignas de competiciones regladas, de 40, 50 e incluso 60 metros. Es más, la mejor marca fue la de un lanzamiento por encima de los 60 metros que interrumpió la competición durante unos minutos, porque hubo que ir a buscar un garrota nueva. El lanzador le dio tanta potencia al lance, que el proyectil, más que garrota salió por los aires y sobrepasó la zona de lanzamiento, yendo a caer en e corral de una casa situada bien al fondo de la calle.
Después del deporte, en el que tomaron parte competidores vestidos tanto con ropas de hoy como con atuendos de época, llegó el momento de ponerse serios, y el fundador del museo, Juan Peralta, pronunció una conferencia sobre los orígenes del Museo y lo que éste ha supuesto para todo el municipio «pues, aunque hay más museos etnográficos como éste en Castilla-La Mancha, como éste, de su clase, y de la forma en que nació, no hay ninguno». Tras la conferencia, fue el turno de hacer una visita guiada, en la que muchos de los asistentes señalaban a una foto, a un recuerdo o sostenían en las manos un objeto que, en el pasado, ellos mismos habían manejado, o había sido de algún amigo o familiar.
Siguió la jornada con más conferencias -una de ellas sobre el azafrán- concursos, como el de beber paloma en botijo, bailes como el del candil, o hasta seis talleres diferentes, sobre todo tipo de tradiciones, como la construcción con tapial, juegos infantiles, esparto o la elaboración de alimentos de la zona
Todo un día de historia viva.