Un Reloj de la Villa con historia

G. González
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Jesús García Martínez, asesor en el proceso para volver a ponerlo en funcionamiento en la localidad, destaca su carácter especial, ya que «no es normal que esté instalado en una torre singular, para él sólo»

Edificio del Reloj de la Villa, con las esferas restauradas, y el mecanismo en funcionamiento, tras la limpieza y reparación total realizada por el Ayuntamiento. - Foto: G.G.

Acaba de ser restaurado y puesto en funcionamiento, bajo el asesoramiento de Jesús García Martínez, el Reloj de la Villa, que se encuentra situado en un edificio emblemático, construido sobre el cerro del mismo  nombre, en los años 20 del siglo pasado.

El asesor y responsable de que el reloj haya sido puesto en marcha, nuevamente, escribe unas certeras líneas a La Tribuna de Albacete, en las que repasa el proceso de restauración y aporta pinceladas inéditas sobre su historia y valía.

Explica García Martínez que, con estas líneas, pretende «como se dice ahora, poner en valor nuestro querido Reloj de la Villa, para que todos sepan que poseemos una joya singular, regulando de nuevo la vida de nuestro pueblo, que nunca se acostumbró a no oír sus familiares y bien timbradas campanadas».

Inicia su relato alegrándose de que, por fin, «desde que a primeros de diciembre de 2013 se comenzó a desmontar la maquinaria del Reloj de la Villa de Tobarra para acometer su limpieza y restauración total, el pasado 31 de mayo de 2014 se puso de nuevo en marcha, situado en su emplazamiento de siempre».

La labor «ha sido ardua, pues no solo se ha abordado la limpieza total y reparación de la maquinaria, sino  también de las transmisiones del movimiento a las cuatro esferas, completándose los  trabajos con la reparación de las propias esferas y el acondicionamiento de la cámara del reloj. De esta cámara se han desmontado casi todos los elementos ajenos, como antenas y emisoras de diversa índole, cuyo manejo y mantenimiento por personal ajeno al reloj, tanto han influido en el deterioro sufrido por su maquinaria desde el principio de los 80».

Para el asesor, «la labor de restauración total de la parte mecánica del reloj, nos ha llevado a descubrir cosas importantes, como ha sido el conocer que no fue fabricado por Blasco y Liza de Roquetas de Mar (Tarragona), como tradicionalmente se había creído: Por la parte interior de una leva para el control de las horas (zona no visible en ningún momento, salvo cuando ha sido desmontada), se ha descubierto la siguiente inscripción sobre el acero: L. Terraillon y Cie. Perrigny.  JURA. 1927.  Son los datos del constructor y la ubicación de la fábrica, en una zona francesa de gran tradición relojera, cuyo centro principal fue la localidad de Morez».

historia. Parece que ésta empresa «fabricó, no más de 100 relojes de torre, teniendo el nuestro el número 93. Tanto la fecha como el número de producción, son coherentes con otro ejemplar existente en Universidad de Salamanca, que se fabricó en 1920 con el número 60».

Para los curiosos, aclara el asesor «que este tipo de relojes se hacían uno a uno, bajo plano del relojero (L. Terraillón, en este caso) y sus piezas se mecanizaban en tornos y fresadoras no automáticas. Se hacían varios modelos (no más de cuatro o seis), con mayor o menor complicación, según exigencias y presupuesto del comprador».

Prosigue su relato Jesús García Martínez, indicando que en 1971, «el reloj se reparó y limpió por primera vez desde que fuera instalado en 1927, aprovechando su vuelta a Roquetas de Mar para quitarle el sistema de cuerda manual, sustituyéndolo por un ingenioso mecanismo de remontaje a motor eléctrico, que sube la única pesa motriz de modo automático. Así, se liberaba al cuidador de subir a manivela las tres pesas antiguas, que totalizaban unos 1.200 kilos».

La instalación de este «ingenioso sistema», como la reparación y limpieza total, «se realizaron en la empresa Manufacturas Blasco (Sucesores de Blasco y Liza),  en dicho año de 1971.  Y hay que señalar, que el sistema de motorización con una sola pesa, parece que, en fecha que desconozco, fue ideado por un técnico de la firma Blasco, el Sr. Tafalla, que demostró aquí una mente despierta y eminentemente práctica. La única pesa que hoy tiene nuestra joya relojera, encadena el movimiento del reloj propiamente dicho y proporciona también la fuerza necesaria para mover un tren de rodaje con dos martillos que suenan los cuartos y otro tren que hace sonar la campana de las horas».

Según García Martínez, «la campana sobre la que suena el repique de los cuartos está fechada en 1759, se fundió en Murcia y tiene interesantes inscripciones en latín y castellano, mientras que la campana mayor, que suena las horas, vino en 1927 de Roquetas de Mar, junto con la totalidad de la maquinaria».

A modo de pequeña historia, «añadiré que no es normal que un reloj esté instalado en una torre singular, para él solo, como ocurre en Tobarra, siendo lo más corriente que los relojes ocupen las torres de las iglesias o fachadas de ayuntamientos. Además, en nuestro caso, se eligió una localización de lo más idónea, porque la altura del Cerro del Reloj y las cuatro esferas, lo hacen visible desde casi todo el pueblo».

Como ya ha publicado La Tribuna de Albacete,  «la obra civil del reloj la regaló a Tobarra la empresa adjudicataria de las obras del Colegio Nacional Cervantes y del Matadero Municipal, realizándose con mano de obra local y planos de la propia empresa, entre 1924 (¿) y 1927. En este último año, se instaló la maquinaria, costeada por el pueblo».

En definitiva, de nuevo, el Reloj de la Villa, ha sido protagonista de la actualidad durante muchas semanas, primero por la avería que lo dejó fuera de servicio y después por su arreglo, que ha sido largo y prolijo, por las características del mismo, y porque desde el Ayuntamiento han tenido que realizar varias obras previas, entre las que destacó la retirada de las antenas que se ubicaban en la cúpula, la construcción de una caseta de comunicaciones y la reparación de parte del edificio.