Abel Cuerda tendrá un libro sobre su biografía y su pintura

EMILIO MARTÍNEZ
-

Una obra del artista albaceteño, que prepara nuevas exposiciones, ha sido elegida para el Castillo y Capilla del Archiduque Andrés Salvador de Habsburgo en Gmünd, en Austria

El apellido Cuerda, tan ligado a Albacete para bien y para su fama, no se agota en su más que conocida y valorada genialidad en el polifacético cineasta e intelectual José Luis. Qué va. Porque hay otro Cuerda, su hermano mayor, Abel, cuyo nombre lleva años inscrito con letras de oro en la historia de la pintura abstracta española. Un lugar en el que, además, se podrá consultar con un libro que está realizándose sobre su vida y, sobre todo, sobre su obra, que está preparando el artista con el autor del mismo, el escritor y experto en arte Juan Antonio Moreno.

Un libro con buen número de páginas y muchos dibujos y fotos de algunas de las obras del albaceteño, que está casi acabado y cuya presentación será a finales de este año o principios de 2016. La idea es que tal puesta de largo acontezca en Madrid, aunque el artista no oculta que también le gustaría hacer otra en Albacete. Además de en cantidad, «el libro va a ser muy completo», cuenta el pintor, porque este también polivalente escritor que es Moreno, ya ha llevado a cabo distintos enfoques en artículos y presentaciones de muestras de Cuerda, y es, por tanto, a la par uno de los mayores expertos de la obra del artista, quien ha colaborado ampliamente en el libro.

Pero la colaboración no le distrae de su gran pasión por la pintura, ahora que reside en el pueblo toledano de Valdeverdeja y dispone de más tiempo libre, tras haberse jubilado de profesor de Bellas Artes en la Universidad Complutense y en otros centros oficiales, amén de las clases particulares y gratuitas que ofrecía tanto en Madrid como en otro de los lugares donde vivió cuando estaba en activo en su faceta didáctica, Villaviciosa de Odón. Precisamente en Valdeverdeja está teniendo mucho éxito la exposición figurativa sobre la fiesta de los toros, que siempre le apasionó, y que ha sido posible merced a una visita a su casa del galerista local José Eladio Camacho.

La gran afición del mayor de los Cuerda a los toros le llevó a realizar cuadros inspirados en los mismos, para disfrute propio y que nunca expuso ni intentó vender, y que ahora ha reunido hasta un total de 20. Ya le han llegado proposiciones para repetirla en Madrid, aunque admite que tendría que pintar algunos más. El artista, cuyo coletudo favorito siempre fue Curro Romero, y de los paisanos Montero y Pedrés, rememora cómo de pequeño junto a su hermano José Luis jugaban al toro con un carrito y unos cuernos, aconsejados por su primo el que fuera extraordinario médico y aficionado Juan Siquier. «Incluso nos atrevimos a torear a la cabra Jesén», cuenta.

También cuenta que en la Fiesta ha habido grandes cambios desde entonces: «No en la esencia pero sí, y sobre todo, en la afición». Y no oculta su relativa preocupación por las nuevas formaciones políticas de izquierda, «que van a influir negativamente intentando que desaparezca y ya estamos lo  viendo en muchos sitios, aunque con Albacete no podrán», relata. Tiene claro, además, que sus argumentos, «aparte de que los que la atacan sean antitaurinos, se cargan también por las connotaciones que unen los toros con la derecha política».

Quien conoce a fondo a Abel, e incluso quien disfruta de su conversación, en plan formal o informal, pronto llega a la conclusión de encontrarse ante un personaje con enorme sentido del humor. Hasta el punto de que hay un denominador común en considerarle con tanto nivel como su hermano José Luis, y en más de una ocasión el pintor, también recordando su infancia en Albacete y su paso por Escolapios, ha asentido: «Pero pijo, si resulta que entonces yo era con el que más se reían los amigos». En cualquier caso, está encantado de que el humor típico de Albacete, «surrealista, creativo y con retranca» se valore por todas partes: «Lo que pasa es que los no manchegos son tan torpes que han tardado mucho en descubrirlo, ja ja».

Las güeñas y las tajadicas. Y ya puestos, relata una de sus más alocadas teorías: la de las güeñas -como denomina a las guarras -embutido, no confundir- y las tajadicas: «Merced a que los chavales de Albacete nos hinchamos a comerlas, salimos tan inteligentes y humorísticos». Algo que corre peligro de perderse con los inventos de la nueva cocina, agrega, porque «la corteza la pueden hacer ahora con berenjena fosilizada y la parte del tocino con espuma de almendras y presentado un una burbuja de nitrógeno líquido. Total pa’na, porque si luego sabe igual, pues mejor son las originales, ¿no?» Nada que ver con su línea de pintura abstracta, en la que aunque no les imite, sí confiesa que sus grandes maestros son Picasso y Tapies, que a veces no es comprendida por el gran público, «que puede parecer fácil, que se trata de trazar rayas al azar, y es lo más difícil del mundo», cual argumenta: «Lo cómodo, aunque comprensible, es afirmar  que la abstracción sea pintar una cosa que carezca por completo de sentido, que sea ininteligible o nula; pero lograr construir algo que no sea copia de lo natural y que, sin embargo, posea alguna sustantividad, implica el don más sublime».

Y este gran maestro español, de fama planetaria en su línea pictórica, tampoco descarta alguna nueva exposición futura, como la última que realizó con enorme éxito en la capital de España, en una de las galerías más punteras del arte abstracto, la Doris Bennàssar. Un postrer ejemplo de esa proyección internacional de Abel Cuerda lo demuestra que haya sido elegido para colgar un cuadro, que ya ha terminado, en la exclusiva y prestigiosa Capilla y Sacristía del Castillo Gmünd, situada en la localidad del mismo nombre en Austria, propiedad del mecenas y coleccionista Archiduque, Andrés Salvador de Habsburgo-Lorena.