Ramón Bello Bañón: «Voy a ser abogado en ejercicio hasta que la salud me lo permita»

I. M.
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«Ser decano era la máxima aspiración a la que podía llegar como abogado»

El almanseño Ramón Bello Bañón tiene tras de sí una trayectoria profesional de lo más polifacética. Lleva más de 50 años de ejercicio profesional como abogado -fue decano de los abogados albacetenses durante 10 años-, y entre caso y caso, alcalde de Albacete,  gobernador civil en Ciudad Real y Alicante, periodista y escritor. El autor del himno de la Virgen de Los Llanos también fue uno de los que participó en la fundación del Centro Asociado de la Universidad Nacional a Distancia en Albacete y profesor en él de dos  materias, además, de presidente del Consejo  General de la Abogacía de Castilla-La Mancha y miembro del Consejo General de la Abogacía Española.

La trayectoria profesional de Ramón Bello Bañón es muy variada e intensa. Administrativo, abogado, periodista, escritor y político. ¿De todas esas dedicaciones, no obstante, cuál es la que más le gusta?

Creo que lo más determinante es que en todas ellas la palabra ha sido la protagonista. Trabajé de administrativo en el Instituto de la Higiene de Albacete, obtuve el título de Licenciado de Derecho por la Universidad de Granada en 1955, he sido alcalde de Albacete, gobernador civil de Ciudad Real y de Alicante, decano de los abogados y soy abogado ejerciente pero me quedo con mi vocación de ser escritor. Mi vocación literaria nació del descubrimiento que hice de Juan Ramón Jiménez en el año 1944 con su obra Eternidades y de frases suyas como esa que dice en el primero de los versos de esta obra que tengo en mi casa, «inteligencia dame el nombre de las cosas», o «amor y poesía cada día». Fue él el que me despertó estando haciendo el Bachillerato en el único instituto que había en la capital el mundo de la ficción, de los versos, de los decasílabos. Luego la palabra siguió rodando con mi faceta periodística en un periódico muy curioso que tenía cuatro páginas y que se llamaba Albacete.

Es entonces cuando empiezo a estudiar la carrera de Derecho pisando la universidad sólo en el mes de junio porque mi familia no podía permitirse el lujo de que yo estudiase fuera de Albacete. Tengo la suerte de ir curso tras curso aprobando todo y en cinco años finalizo la carrera. Los cuatro primeros años los estudié en Murcia y el último en Granada. A Granada me fui por una cuestión de la prorroga militar y allí estuve una semana.

De toda esta trayectoria da cuenta en su último libro, Los caminos del tiempo, ¿es su autobiografía, o no?

Mi último libro, Los caminos de la tierra, es un libro un poco curioso porque es un libro de memorias que al mismo tiempo no son memorias y porque es un libro de recuerdos que al mismo tiempo son realidades. Con Los caminos de la tierra se terminan ya mis memorias, mis recuerdos, los que tengo hasta el 2010 cuando cumplí 80 años.  

Sin perder de vista su faceta de escritor, usted es también el autor el Himno de la Virgen de los Llanos, patrona de la capital y de la Diócesis ¿Cómo fue?

En el año 1956 se convocó un concurso nacional con motivo de los actos de la coronación de la Virgen de Los Llanos para la letra del Himno.  Yo escribí esos versos que, además, para mí fue algo muy emotivo y resulté luego premiado.

¿Considera que este Himno es su gran aportación como escritor a Albacete?

Creo que sí porque desde aquel momento este Himno me ha acompañado como la mejor oración de mi devoción mariana. El Himno a la Virgen más que un Himno es un poema y, además, un poema curioso porque es un verso truncado. Son versos alejandrinos que al compositor de la música le dieron la pauta a seguir, tal y como él mismo me dijo después.

Otra contribución suya a la historia de la ciudad viene de la mano de su faceta como abogado, o mejor dicho como docente, porque usted participó en la fundación del Centro Asociado de la Universidad Nacional a Distancia en Albacete. ¿Qué recuerda de aquella etapa?

En aquellos años la Universidad Nacional a Distancia se había extendido muy poco y de hecho, creo recordar que el segundo o el tercer centro que se crea en España es precisamente el de Albacete. La Diputación se puso de acuerdo con la alcaldía y el Gobierno Civil y a mí me nombraron secretario. Federico Gallo que en aquel entonces era el gobernador civil fue el que impulsó toda la idea, no obstante, se dio la circunstancia de que yo fui secretario por poco tiempo pues al año siguiente, en 1974, me nombraron alcalde y mi incorporación a la UNED pasó a ser completa entrando de lleno también en la docencia. He sido profesor de Derecho Natural y de Filosofía del Derecho hasta que me jubilé hace unos años.

De la UNED han salido no muchos abogados, sino muchísimos abogados porque hasta que no se implantó la Facultad de Derecho de la Universidad de Castilla-La Mancha no había otro lugar en donde cursar estos estudios y no todo el mundo se podía permitir el tener que desplazarse. Tuvo un gran éxito desde sus inicios y mucho apoyo pues a las instituciones hay que sumar también el apoyo que le brindó la Caja de Albacete.

¿Cuántos exalumnos los ha tenido luego como compañeros abogados ejercientes?

Me he encontrado con muchos  exalumnos como compañeros de profesión, pero también exalumnos míos de la UNED hoy son magistrados en muchos juzgados y Audiencias de toda España. Igualmente han sido tenientes coroneles de la Guardia Civil. Recuerdo que un día cuando fui al médico un enfermero muy agradable nada más verme me dijo que había sido profesor suyo e incluso recordaba alguna de las lecciones que le había impartido y me hizo mucha ilusión oírle.

¿Cómo era Ramón Bello Bañón como profesor?

No era de los que suspendía mucho simplemente porque yo no podía suspender. Nosotros éramos profesores agregados, nosotros impartíamos la clase personalizada y luego enviábamos un informe al catedrático de la asignatura que estaba en Madrid sobre la valoración que dábamos a los alumnos. Los ejercicios, que se celebraban aquí eran escritos, pero era el catedrático el que finalmente calificaba. Se licenció mucha gente y en ningún momento su alumnado se ha visto mermado por la llegada de la Universidad regional.

Además de enseñar a muchos de sus compañeros Ramón Bello durante años fue también su decano. ¿Ser decano es la máxima aspiración a la que puede llegar un abogado?

Para mí ser decano era la máxima aspiración a la que podía llegar como abogado porque siempre he tenido una opinión muy elevada de lo que podía ser ese cargo por varias razones. La primera porque es un cargo al que se accede democráticamente con votaciones cada cinco años y la segunda porque desde que en Albacete se establece, en el primer tercio del siglo XIX, la Audiencia Territorial que luego será sustituida por el Tribunal Superior de Justicia de la región, ser decano de un Colegio de Abogados significaba más que prestigio todo un honor pues veía a mis antepasados decanos y veía figuras como Antonio Gotor Cuartero, que luego fue nombrado Hijo Predilecto de Albacete, o Gonzalo Botija. En el año 1991 es cuando decido dar, por el afecto y la presión de muchos compañeros y compañeras, el paso y estuve 10 años. En la primera elección al decanato fui elegido sin competencia ninguna, en la segunda, sin embargo, ya hubo dos compañeros que también optaron.

Ser decano también trajo consigo que fuese consejero de la Abogacía Española en Madrid y presidente del Consejo General de Abogados de Castilla-La Mancha.

¿Qué destacaría de su paso por el decanato? ¿Ramón Bello Bañón dejó alguna impronta?

La impronta que yo pude dejar es la que han dejado todos los decanos, es decir, completar la institución dándole cada vez más importancia, logrando la mejor solución de los problemas y cuidando mucho el bien cultural que el decanato y el Colegio tienen siempre.

Sin embargo, la Justicia no está bien vista por los ciudadanos. ¿Por qué?

La Justicia es un problema que se excede del concepto político, social e incluso histórico. La Justicia es una especie de aspiración que está basada en normas y las normas, al ser dictadas por humanos no están en condiciones en cada momento histórico para representar y tener el poder fundamental. Ahora bien, el abogado lo que hace es tratar de colaborar porque, aunque a mi no me gusta la expresión, es un operador jurídico.

¿Hasta cuándo va seguir siendo abogado ejerciente?

Sigo siendo abogado ejerciente porque mi tiempo de jubilación entiendo que no me va a llegar hasta la muerte. Voy a ser abogado en ejercicio hasta que la salud me lo permita, hasta que no tenga graves defectos físicos o mentales que me lo impidan, o dicho de otra manera, voy a ser abogado en ejercicio mientras tenga un despacho y mis colecciones legislativas o de jurisprudencia porque si hay algo vivo en la vida eso es el Derecho. El Derecho no cambia, aunque parezca que cambia con las leyes, porque tiene una raíz fundamentalísima, el Derecho Romano y parte el Germánico, en el que todos nos hemos movido y nos movemos. Además de que tengo la fortuna de que tengo dos hijos que son los que me sacan las castañas, como se dice coloquialmente, del fuego cuando tengo algún problema jurídico porque saben ya mucho más que yo del Derecho de ahora.

¿Por qué un abogado se mete a político, a ser alcalde y gobernador civil?

Yo no me metí en política, me metieron en política. Fui demasiado imprudente. A mi un día me llama el secretario de quien era en aquel entonces el gobernador civil de Albacete, Federico Bayo Valcárcel, y me dice que Bayo quiere tener un charla conmigo y la charla no era otra que ofrecerme ser alcalde de Albacete. En un primer momento mi reacción fue una reacción muy poco decisiva porque yo entonces ya comenzaba a tener mis asuntos, mi pequeño despacho, pero luego pensé que ser alcalde era un aliciente a mi profesión porque no había incompatibilidades como las hay ahora, por no haber no había ni sueldo. Al final, por una idea absurda de la vida, de cómo iba yo a dejar pasar esta oportunidad, acepté y estuve cuatro años. A los cuatro años me vino otra sorpresa. El ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, me ofrece el nombramiento de ser gobernador de Ciudad Real y, además, la respuesta la tuve que dar en un cuarto de hora porque había habido un problema en plenos sanfermines e iba a darse un cambio de gobernadores y aquí de nuevo, absurdamente mi respuesta fue afirmativa. Al final, resultó toda una aventura y me tire a la piscina. Allí estuve unos tres años y medio hasta que otro ministro, Juan José Rosón, me llama y me dice que me voy a ir de gobernador civil a Alicante. Este destino sí que lo cogí con mucha ilusión porque allí íbamos a veranear todos los años y había una relación familiar. En Alicante estuve hasta que la UCD perdió, en 1982.

Acaba de comentar que como alcalde no tenía sueldo y que tenía que mantener su trabajo como abogado. ¿Tanto ha cambiado la política desde entonces?

Ha cambiado totalmente en algunas cosas para bien y en otras para mal como ese espectáculo que ahora se está viendo continuamente, por desgracia, el de la corrupción. Esto antes no existía,

Ya para terminar, ¿que destacaría de su faceta más pública?

He conocido a mucha gente que no las hubiese conocido si no hubiese sido político. Tener conversaciones con Adolfo Suárez en su despacho o con el Rey anterior en la Zarzuela o conocer al presente cuando era todo un niño no hubiese sido posible si no hubiese sido alcalde o gobernador civil.