Que la familia es siempre lo mejor para un niño en desamparo es algo que tienen claro en el Servicio de Menores. Ahora bien, la adopción no siempre es la mejor salida. El acogimiento, bien con familiares del niño o incluso con otra familia con la que no hay lazos de sangre, es otra de las posibilidades. A la adopción solo se recurre cuando «resulta inviable la permanencia o reintegración del menor en su familia». Es, por tanto, el «último recurso». Cuando un niño es adoptado desaparece todo el vínculo con su familia natural y se convierte en hijo de la familia adoptante a todos los efectos.
Los niños entregados en acogida a otras familia mantienen el vínculo con sus padres biológicos, en la medida que es posible. A día de hoy, más de 250 niños de la provincia de Albacete no pueden vivir con sus padres biológicos. Enfermedades, adicciones, maltratos o estancias en prisión, son algunas de las circunstancias que pueden llevar al Servicio de Menores a retirar la tutela a los padres. De los menores tutelados por la Junta, 108 están viviendo en residencias o pisos tutelados. Afortunadamente, son más (151) los niños a los que una familia les han abierto sus puertas para cuidarlos mientras sus padres no pueden hacerse cargo de ellos. Suelen ser los propios familiares, tíos o abuelos sobre todo, quienes los acogen (107 casos), pero también hay familias con una generosidad inmensa que ofrecen su cariño a quien no tiene quien se lo de. A día de hoy hay 44 menores que están siendo cuidados en hogares con los que no tienen ningún vínculo familiar.
Sacri y Juan Carlos son unos de esos ‘locos’ que han vencido su miedo a dar amor a un niño desamparado sin pensar en ese manido, y egoísta, «y si luego te lo quitan». «Los niños no son nuestros», sentencia este matrimonio, que acoge desde hace 9 años a un niño que le entregaron con apenas un mes de vida, «nos lo dieron en el hospital, todo escayolado», una imagen que no olvidan.
urgente, se necesita hogar. La de este niño no es su primera experiencia como familia acogedora. Antes les fue confiado el cuidado de otro bebé de dos meses de vida. Su madre biológica trabajaba de temporera, en el campo, iba del ajo a la cebolla, a todo lo que salía y no podía hacerse cargo de la pequeña, «su madre me la entregó de sus brazos».
Durante cinco meses Sacri y Juan Carlos lo cuidaron, «nos llamaron como familia de urgencia, era julio y el pequeño no hubiese aguando en el campo a esa temperatura». Sacri no olvida la piel castigada por el sol del pequeño, igual que Juan Carlos aún se acuerda de aquellas instrucciones sobre sus cuidados que escribió cuando a los cinco meses de tener al bebé en casa tuvieron que entregarla. El Servicio de Menores había resuelto buscar una familia que le diera la estabilidad y los cuidados que su madre no estaba en condiciones de poderle ofrecer.
Ni un mes pasó de aquella primera acogida, cuando el teléfono de Sacri y Juan Carlos volvió a sonar. «No es de urgencia, pero es urgente», les dijeron. A Sergio (nombre ficticio) le iban a dar el alta después de pasar un mes en neonatos. Su madre no podía hacerse cargo de su cuidado, tampoco ninguno de sus familiares cercanos porque todos los tratamientos médicos que el pequeño necesitaba estaban en Albacete, y no en la ciudad de donde procedía su familia.
Si no encontraban una familia que se hiciese cargo de este bebé, tendría que ser ingresado en un centro. Sacri y Juan Carlos no podían negarse, «una vez que estás metido en el ajo, no te sale un no», y se llevaron a Sergio con ellos y con ellos sigue.
Sacri y Juan Carlos no son los padres de Sergio, «siempre le hemos dicho la verdad, no puedes perder la confianza del niño mintiéndole tú», reflexiona este matrimonio. Él conoce su historia, se ha encontrado en varias ocasiones con su madre biológica y mantiene una excelente relación sobre todo con uno de sus cuatro hermanos, «su chache».
Aunque no se prevé que Sergio pueda volver con su familia de sangre, Sacri y Juan Carlos no se plantean su adopción, «no por nosotros, sino por él, es importante que mantenga sus vínculos», dicen. Y así siguen, con su acogida permanente especializada, que es la fórmula jurídica por la que se les ha confiado su guarda y cuidado.
burocracia. Un mecanismo que les supone algún que otro quebradero de cabeza burocrático, que el matrimonio sobrelleva como puede, pues la tutela está en manos de la administración. Eso implica, por ejemplo, que para todos y cada uno de los tratamientos médicos que tiene que recibir el pequeño, que son muchos pues cada cierto tiempo tiene que pasar por el quirófano para corregir sus problemas de articulaciones, tengan que solicitar los oportunos permisos. «¿No sería más razonable que nos dieran una autorización genérica?», se preguntan con sensatez, aunque al final aceptan que este es un mal menor que sobrellevan por el bien del niño.
«miedo a que lo dejaran». Un niño que les entregaron «escayolado, pero encantador, por la tarde ya nos sonreía», dice Sacri. Su esposo tiene muy presente lo mal que lo pasan estos pequeños, a quien le faltaron los abrazos en su primer mes de vida, «estuvimos dos años o más en los que Sergio no nos podía perder de vida ni un instante, incluso se dormía mirándonos, tenía miedo a que lo dejaran».
Aquello ya pasó y hoy Sergio es un niño que tiene la suerte de tener a dos familias, «eso es lo que le decimos, que además de sus hermanos nos tiene a nosotros, los papás del corazón». La Junta de Comunidades les ofrece una ayuda económica (unos 2.000 euros cada tres meses), aunque no llega a cubrir todos los gastos del menor, «ahora he comprado una silla eléctrica porque el niño tiene que pasar otra vez por el quirófano y la va a necesitar, como es de segunda mano y no tengo factura no me darán nada, pero con eso ya contamos», dice Juan Carlos, que asegura que cuando decidieron convertirse en familia de acogida ni tan siquiera sabían que había estas ayudas.
Una decisión, la de abrir su hogar a niños desamparados sin esperar nada a cambio, ni tan siquiera que estos pequeños se queden con ellos para siempre, que no es fácil de entender. «La gente siempre te dice que te van a quitar al niño, que ellos lo harían pero si supieran que el niño iba a ser de ellos... los niños no son nuestros, nosotros estamos aquí para darles una familia y que cuando llegue su momento puedan hacer su vida, igual que nuestros hijos biológicos», argumenta Juan Carlos, algo que sabe por experiencia propia, pues él y Sacri son padres de una chica que acaba de darles una nieta.
El Servicio de Menores de Albacete cuenta con una bolsa de 17 familias dispuestas a acoger a menores que lo necesiten. Pueden ser familias de acogida todas aquellas personas mayores de 25 años dispuestas a ofrecer a los menores un ambiente estable y afectivo. Los acogimientos no tienen una duración determinada, dependen de la situación en que esté cada niño. Se entiende que el acogimiento no tiene un carácter definitivo, porque su objetivo final es que el niño pueda, si es posible y adecuado para su bienestar, regresar con su familia.