El incierto futuro del psiquiátrico modelo

M.M.B.
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El hospital de Las Tiesas, uno de los más modernos del país cuando se inauguró hace 42 años, está vacío desde hace meses y sin perspectivas inminentes de uso

El que fuera concebido como el psiquiátrico más moderno del país, «centro piloto y de ensayo» para el tratamiento y la rehabilitación de los enfermos psiquiátricos, tiene hoy una difícil salida. Hablamos de Las Tiesas. Ese complejo de 36.000 metros cuadrados construidos formado por pabellones, con capilla y teatro incluido, inaugurado hace 42 años y que desde hace meses se ha quedado con un solo inquilino. Un vigilante que entre semana y sobre todo los fines de semana, impide que los expolios y el vandalismo se lleven por delante aquel centro que fue modélico.

Contratar un servicio de vigilancia por dos años, que costará algo más de 200.000 euros al erario público, es la única respuesta que, por el momento, ha dado la Diputación de Albacete al abandono de este edificio. Desde la institución provincial, actual propietaria, se limitan a admitir que buscar una salida a este complejo sanitario, que en sus años de esplendor era como un «pueblo», no es sencillo. De entrada, habría que invertir dinero en rehabilitar algunas de las zonas cerradas que no se encuentran en buen estado.

Eso por no hablar del conflicto judicial que pende como una espada de Damocles en torno al patrimonio que Purificación Urrea legó a la Diputación en los años 60 y que ahora está siendo reclamado por sus familiares en los tribunales. Es precisamente esta herencia la que posibilitó que se construyera este psiquiátrico que en los últimos nueve años ha funcionado como centro de rehabilitación de personas con conductas adictivas, hasta que el pasado mes de febrero la comunidad Betania, liderada por el sacerdote Alejandro Márquez, tiró la toalla y abandonó el sostenimiento de estas instalaciones al no poder hacer frente a los gastos.

Las Tiesas, como se ha conocido popularmente al psiquiátrico en Albacete, fue inaugurado por la entonces princesa Sofía en mayo de 1974, en aquel viaje de dos días a la ciudad en el que los príncipes cortaron la cinta inaugural del polígono Campollano, la Casa Cuna y un polideportivo.

Con la apertura de aquel centro, bautizado como Hospital Psiquiátrico Virgen de la Purificación, se ponía remedio a un grave problema que arrastraba la provincia desde hacía años: el tratamiento que se daba a los enfermos mentales era «deplorable» e «insostenible», «rozando el límite de lo infrahumano», son los términos que emplean los documentos oficiales de la época.

La Beneficencia es una función que históricamente recayó sobre las diputaciones, por tanto, era su responsabilidad atender a niños y niñas sin familia que los criase, a ancianos desvalidos y enfermos dementes, como se les llamaba entonces.

Cuando Antonio Gómez Picazo fue nombrado presidente de la Diputación de Albacete en 1965 se encontró con grandes carencias. Todos, ancianos, dementes y niños de más de siete años, iban a parar a la Casa de la Misericordia que estaba en el puente de madera en lo que hoy es la residencia San Vicente de Paúl. Lo primero que hizo Gómez Picazo fue crear un Internado Femenino (Colegio La Milagrosa) para sacar a las niñas de la Casa Cuna y trajo a los Salesianos para que gestionasen el Internado Masculino (Colegio Giner de los Ríos).

Ahora bien, dar una solución a los enfermos mentales resultaba más difícil. El viejo psiquiátrico del Puente de Madera no reunía condiciones «ni de alojamiento ni mucho menos las idóneas para practicar las más modernas técnicas terapéuticas ocupacionales», decía Gómez Picazo en 1968, justificando la conveniencia de construir un edificio nuevo, más amplio y donde los enfermos no tuvieran la «agónica sensación de reclusión» como ocurría hasta entonces. Se necesitaba de un espacio amplio donde poder integrar aquellos enfermos «susceptibles de recuperación» y «adecentar la vida de aquellos que hayan de habitar por siempre en régimen de internado», decía.

Fue entonces cuando llegó el legado de Purificación Urrea, un patrimonio valorado en aquel momento en 70 millones de pesetas en el que se incluía Las Tiesas, una finca de 525 hectáreas a 22 kilómetros de la ciudad. La Diputación se puso manos a la obra, encargó al arquitecto Antonio Escario el proyecto y se puso a buscar financiación.

A 150 PESETAS POR ENFERMO. En diciembre de 1968 consiguió que la Comisión Central de Coordinación Hospitalaria aprobase el proyecto y que el Ministerio de la Gobernación pusiera sobre la mesa 100 millones de pesetas, los 25 millones restantes que costó la obra serían abonados por la Diputación que tiró en parte del caudal hereditario de doña Purificación para pagar a los albañiles. En total 125 millones de pesetas costó esa obra en unos años en los que un cartón de leche valía 9 pesetas.

Para convencer a las autoridades gubernativas de la bondad de su proyecto, la Diputación alegaba que solo necesitaba el dinero para construir el hospital y que una vez estuviese hecho podría mantenerlo con los réditos de la gestión de la herencia de Purificación Urrea, sobre todo de sus fincas. «En una de ellas –recoge un escrito firmado por Gómez Picazo en 1968- se está transformando aceleradamente en centro de producción ganadera y en las otras se precede una concentración de cultivos y estudios del suelo para alcanzar la máxima productividad». La previsión era ingresar al año seis millones de euros limpios por la gestión de estas tierras.

Los cálculos iniciales eran que el cuidado de cada enfermo tendrían un coste de 150 pesetas por día, cantidad que tenían que pagar los enfermos mentales que no tuvieran derecho a Beneficencia. En total se estimaba un presupuesto anual de funcionamiento de casi 20 millones de pesetas para sus 380 plazas.

El psiquiátrico de Las Tiesas se puso en marcha con una plantilla formada por un director, dos ayudantes, tres médicos, dos practicantes, 13 enfermeras, 10 monjas, dos asistentes sociales, tres monitores y 13 maestros de taller, además de un capellán y 32 mozos de servicio y tres porteros, otros tantos telefonistas y dos administrativos.

Su filosofía resultaba ser totalmente innovadora. Se hablaba de hacer un hospital rodeado de jardines, patios, campos y pistas de deporte, además de instalaciones de terapia ocupacional e incluso una granja pecuaria piloto que sirviese de terapia ocupacional para los enfermos.

«Aquello era un pueblo», recuerda Manuel Luna, que con solo 19 años empezó a trabajar como auxiliar psiquiátrico en Las Tiesas dos años después de su apertura. El hospital tenía tres pabellones, cada uno asignado a una zona de la provincia. Al centro llevaban pacientes de todos los pueblos de Albacete y parte de Cuenca. «Parecía más un sanatorio que un psiquiátrico, los pabellones tenían galerías acristaladas, con patios interiores con arboleda», relata Luna, «se trataba de hacerles la vida lo más agradable posible». Había dos cafeterías, atendidas en buena medida por los enfermos, una cocina pensada para dar de comer a 300 personas, barbería con un empleado de plantilla y una peluquera que por las tardes iba a dar servicio a las internas.

La frontera de 22 kilómetros que separaban aquel mundo de la ciudad se salvaba con un servicio de autobuses en el que viajaban trabajadores y enfermos, pues había pacientes que solo acudían al centro durante el día para participar de los talleres ocupacionales. Este auxiliar recuerda aún a los pacientes que cosían y ensamblaban las piezas de botas de vino o de persianas en los pabellones de laborterapia, luego además había otros talleres de terapia ocupacional para quienes no podían cumplir con una rutina laboral.

RUMORES DE CIERRE. Poco más de tres décadas funcionó este hospital del que a los pocos años de estar abierto ya se hablaba de su cierre. En 1983, ABC se hacía eco de los rumores de cierre, pese a ser éste un centro visitado por psiquiatras extranjeros «tanto por su modernidad, como por constituir una auténtica ciudad sanitaria», decía el diario.

Lo cierto es que aquel psiquiátrico, pese a sus amplios pasillos y completas instalaciones, dejó de tener encaje en la reforma psiquiátrica que en los años 80 empezó a dar sus primeros pasos con el ánimo de sacar a los enfermos de los manicomios e integrarlos en la comunidad. La lejanía de Las Tiesas de la ciudad, esos 22 kilómetros, se convirtieron en un problema. Lo primero que se sacó de allí fueron las consultas externas que pasaron a estar en el CAS (junto al hospital), luego se trasladó la unidad de agudos al Hospital Perpetuo Socorro y más adelante se creó la Unidad de Media Estancia donde fueron a parar los últimos 28 pacientes que quedaron en Las Tiesas cuando cerró como hospital psiquiátrico en 2006.