El Día de los Inocentes se vive de una manera especial en la localidad de El Ballestero, situada entre los campos de Montiel y la sierra de Alcaraz y que ayer volvió a revivir una de sus tradiciones más queridas: la de un ánima muda y anónima que recorre las calles pidiendo limosna para los más necesitados desde tiempos muy remotos.
La mañana comenzó fría -cinco grados- y lluviosa, con rachas de viento y pequeñas gotas de nieve, lo que provocó que el bello municipio albaceteño se asemejara a un pueblo fantasma, en el que sólo se escuchaba, a lo lejos, el tintineo de una campanilla que, al aproximarse, dejaba descubrir la figura encapuchada del personaje, vestido de blanco, con el rostro cubierto por una pieza de ganchillo encalado, y una alforja roja y negra sobre el hombro, en la que algunos depositaban sus donativos.
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