En un mundo gobernado por la imagen y por la filosofía de la inmediatez no podemos consentir que se vaya quedando tirada en la cuneta una de las habilidades más fascinantes (casi mágica) que aprendimos de manera mecanizada siendo muy niños, en la primera recta de nuestras vidas: la lectura. El arma más poderosa.
Leer es la herramienta más útil que podemos manejar y muchas veces, demasiadas veces, la subestimamos y la mandamos una y otra vez al rincón de pensar. Es la llave de la libertad. Te permite estar preparado, vivir informado, conocer la historia, las historias. Te invita a pensar y a sacar tus propias conclusiones, sin correr el riesgo de que nadie te manipule o te arrastre al abismo de la necedad. Te guía para forjar tu opinión. Te mantiene despierto, atento. Alimenta tu espíritu de crítica. Leer es la mejor medicina y el mejor viaje, el recreo de mis días y la infusión mental de mis noches. 
Leer me hace crecer, riega mis raíces, me eleva y es el pasaporte a otros mundos. Me inspira, me sumerge en otras vidas, otros lares, otras sensaciones, leer es, sencillamente apasionante. Leer es el refugio, el escondite perfecto de las mentes inquietas e inconformistas. Es la carta de presentación de la gente dialogante, de los tolerantes, de los que creen en el poder de la palabra.
Si yo leo, amplío mi vocabulario, reduzco mi estrés, incremento mi conocimiento, fomento mi concentración, analizo, no me precipito. Leer me entrena para la vida.
Leyendo estoy a salvo.